"No debería hacer política quien desconozca la leyes de la Termodinámica y muy en concreto la segunda: Ley de la Entropía, que completa y explica esa primera que casi todo el mundo conoce de que la energía ni se crea, ni se destruye, se transforma. La segunda ley constata que en esas transformaciones la energía pasa de un estado más organizado y estable a un estado más desorganizado y disipado, y este proceso es irreversible en el tiempo. Un ejemplo, si quemamos un barril de petróleo lo convertimos en calor, en humos que se disipan en la atmósfera y de ningún modo podemos coger ese calor y ese humo y volver a convertirlo en un barril de petróleo. El sol tiende a apagarse, su energía se disipa en el universo, la entropía es la flecha irreversible del tiempo, es la tendencia a la desorganización, al frío, a la muerte térmica... y la Vida, la Naturaleza, es un fastuoso milagro que frena y detiene por un tiempo esa Entropía. Los políticos y gestores públicos y privados que sólo promueven más cemento, más trenes de alta velocidad, más autopistas, más aeropuertos, más consumo, más progreso... más, más, más... son auténticos dispositivos de disipación de la energía, verdaderas máquinas perversas de producción de desorden climático y social, verdaderos energúmenos entrópicos que incitando al derroche de energía disminuyen la vida y nos empujan al caos, al infierno, al horror. Así que hasta las leyes físicas más inapelables nos conminan a echarles a todos y empezar a gobernarnos de un modo más amable con las personas y la naturaleza de la que somos sólo parte y no dueños".
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Fernando Llorente Arrebola