Fundamentos tecnoecológicos para una economía postindustrial.
La industrialización ha traido consigo un grave deterioro de nuestro entorno. Este se concreta
en la contaminación del aire, del agua y de las cadenas alimentarias, en la degradación y destrucción generalizada de ecosistemas, y en la pérdida de especies biológicas a ritmo creciente. Como respuesta ante estos problemas
la industrialización viene acompañada, casi desde su primeros tiempos, por movimientos cuyo objetivo es reducir al mínimo sus efectos destructivos.
En un principio la conservación del
entorno se basó en la creación de grandes espacios naturales protegidos, como muestras representativas de los grandes ecosistemas de nuestro planeta. Más adelante las organizaciones ecologistas se ocuparon de la contaminación ambiental
y alimentaria, proponiendo sistemas de control de emisiones nocivas y métodos agrícolas y ganaderos sin productos tóxicos. A la vez se promovió la creación de espacios protegidos de extensión más modesta en
zonas ricas en especies amenazadas. Y aunque no haya sido posible, de momento, invertir la tendencia destructiva, sí que se ha conseguido ponerle freno en muchos lugares y aspectos...
Actualmente nos encontramos
en el principio del fin de la era industrial: El petróleo, el carbón, el gas natural y el uranio; que suministraron la energía necesaria para las sucesivas revoluciones industriales; son cada vez más caros y escasos, con lo que
se impone por la fuerza de los hechos la transición hacia otro modelo productivo basado en las energías renovables, en la multiplicación de la eficiencia y el ahorro, y en una reorganización profunda y extensa de la producción
alimentaria, que supere los errores acumulados aplicando técnicas con pleno fundamento científico... Permacultura, rewilding y servicios ecosistémicos son los pilares ecológicos de una nueva economía, que no solo es posible:
Empieza a ser necesaria y pronto acabará siendo imprescindible.