Imaginemos un monte mediterráneo con corzos, ciervos, gamos, cabras, muflones y jabalíes, y sin lobos: Los bichos van por donde les
da la gana, cuando les da la gana y haciendo lo que mejor se le dé a cada especie. Así que todo el territorio recibe una presión completa y uniforme, poco compatible
con una configuración compleja y con el mantenimiento de toda su biodiversidad, aún cuando mediante una caza productiva bien planificada, mantengamos las poblaciones de ungulados bajo límite de seguridad. Ahora imaginemos que hay lobos...
Cada especie procurará moverse por las zonas que más favorables resulten para sus estrategias de escape: Los corzos por las garrigas, los ciervos cerca del agua, los gamos por las zonas más arboladas, las cabras junto a los riscos, los
muflones donde se combinen rocas y monte espeso, y donde este último ocupe grandes extensiones, el jabalí. Y cada especie presionará su encaje preferente según su nicho alimentario: Ramoneador el corzo y la cabra, de tendencia más
herbívora el ciervo, el gamo y el muflón, y hozador el jabalí... Ya las cosas no son tan simétricas y el paisaje se va configurando. Si además añadimos una octava pieza, el leopardo, tendremos que habrá menos
presión sobre las zonas más abruptas y cubiertas, donde sus estrategias de acecho son más efectivas, y a la vez ambas fieras se controlarán mutuamente, haciéndose la pascua cada vez que tengan oportunidad... Mecanismos...