Cuando, hace ya más de veinte me fui a vivir a Galifa; de okupa por que la casa era entonces de mi familia, no querían dejármela y tuve que tirar por la calle del medio; me encontré con un terreno arrasado por la labranza,
sin bichos, sin suelo orgánico y con unos pocos almendros ridículos que lo único que daban era pena... La tuve y bien gorda con mi señora madre (Q.E.P.D.) cuando me planté y dije que allí no volvía a entrar
un arado, ni ninguna otra arma de destrucción masiva. Siete años después aquello era una sabana de acacias azules, con un herbazal potentísimo lleno de verdura silvestre comestible y de caracoles, con olivos, palmitos, lentiscos
y chumberas, con conejos, cobayas, gallinas "mericanas" y pollos de engorde... En primavera y verano me fui montando, desde el principio, huertecitos itinerantes de maíz tostonero; por aquel entonces no iba de dieta ancestral y aun comía semillitas
de yerbajos; y en invierno lo llenaba todo de habas que plantaba pinchando el terreno y sin labrar. Tres o cuatro años después las acacias empezaron a tirar leña a punta pala y empecé a ser energéticamente autónomo.
La peña alucina con conspiraciones mil y no para de subirse al carro de milongas sin fuste; o de inventarse las suyas propias; y en esas se les pasa por alto la más grande, destructiva, sigilosa y exitosa de cuantas manipulaciones y conspiraciones
haya habido en la vida de la humanidad: La agricultura... Ritual absurdo de propiciación, que pretende por principio sacar todo cuanto se pueda del terreno en una o dos temporadas y dejarlo arrasado para irse a otro sitio donde seguir "jodiendo con
la pelota"... Hasta que no haya a donde ir y toque comerse los mocos. Y es que la agricultura nunca pretendió producir comida sino controlarla y generalizar la escasez. Si no fuera por que realmente se necesita vivir en el desierto profundo, pasar más
hambre que el perro del herrero y ser un poco jilipollas para inventar la agricultura, habría que dar la razón a los milongueros del "realismo fantástico" y admitir que nos la enseñaron los anunakis, o algo. Me dicen; y no se si
creérmelo o no, por que no entiendo de filatelia; que los tipos esos buenos, lo que se dice buenos, no son...
J. Ramón Rosell