Uno que tiene un caserón en cierta sierra casi litoral del Sureste Ibérico nos lo cedió por unos meses a cambio de que le hiciéramos un diseño de permacultura extensiva, y para esto hay
que partir de un estudio de variantes microambientales, de vegetación potencial y de caminos sucesionales... Me puse al tajo: Tras unas sumarias consultas documentales llegó la hora del trabajo de campo. Y en esas
que me vi rodando ladera abajo, hasta acabar con un tobillo retorcido a base de bien. No podía quedarme mucho tiempo cruzado de piernas y haciendo "OM", así que con todo y muletas me fui a ver a uno que ponía "las agujas" con corriente.
Tras una sesión de alrededor de media hora salí del sitio con las muletas al hombro, y al otro día volví a la noble tarea de hacer el cabra, identificando y recontando matitas e hierbecitas. Aunque eso sí, con más
cuidado... Ahora las agujas han vuelto a hacer falta. Ha pasado tiempo y en el lugar de quien me las aplicó entonces hemos encontrado a su sucesor: Hablamos de una fractura de peroné para cuya reparación la traumatología convencional
se daba seis semanas de margen. No han pasado diez días desde el accidente y, con acupunctura, homeopatía, reiki y meditación por el medio, ya hay un callo de soldadura de los que receta el médico que, con moderación y prudencia,
permite ir apoyando. Ni que decir tiene que la escayola se fue a soplar gaitas a las primeras de cambio y, bueno, el traumatologuito de turno más acoxonado no podría estar... En fin: Que la sanidad pública está perdiendo algún
que otro carro de innovación y eficiencia, aunque los tiempos no estén para derroches.
Y el aphoto de hoy es de Puntal del Moco y Monte Roldán. Pero no saquen ustedes conclusiones precipotadas: Fué en otro lugar donde me descogorcié
el tobillo. Y el caso es que ya ni me acuerdo si fue el izquierdo o el derecho.
J.Ramon Rosell