"Hace cincuenta años sólo los ecólogos sabían de ecología y no eran muchos. Aún así se hicieron escuchar: Nos dijeron que por el camino que llevábamos nos la íbamos a pegar muy gorda y muy pronto... Se les hizo caso pero no el suficiente y, peor todavía, lo que decían se distorsionó, se tergiversó y acabó entremezclado con todo tipo de disparates. Así por ejemplo hubo mucho irrelevante que habiendo memorizado diez o doce jaculatorias de referencia se volvió ecologista, y en adelante pudo dedicarse a dar tormento; su verdadera y oculta vocación; con escaso riesgo de llevarse un par de ostias. Tal relevancia llegó a alcanzar este personal, que aún recuerdo a un profe de la materia declarando públicamente que "el ecologismo" habría de tener más peso sociopolítico que la ecología científica. Afortunadamente aquí estamos dispuestxs a trabajar para que no sea así... "En este signo vences" flipó el emperador Constantino mientras visualizaba la cruz de libra sobre la batalla. Del mismo modo, a nuestros politiquillos de tres a cuarto se les hizo la luz: Si ciertos ecologismos resultan ser poco más que máquinas de dar con lija, coincidían en objetivos. Entonces ¿Por qué no concertar una alianza tácita, pero estructural y duradera? Debieron decirse... Y el resultado es que multitud de autoridades incompetentes se dedican hoy en día a fastidiar al vecindario en nombre del medio ambiente, con normas y ocurrencias absurdas y sin el más remoto fundamento ecológico. Sólo se me ocurre una forma de acabar con toda este despropósito, y es convertir a todx hijx de vecinx en expertx en conservación de la biodiversidad y en gestión de proyectos medioambientales, en sintonía con las nuevas tendencias que se imponen en el sector. Por más que parezca, no es difícil: Es tal el despiste y el retraso que se traen los popes tradicionalesde la movida que, con avanzar un poco a medio gas, se les puede sacar años-luz de distancia..."
J. Ramón Rosell