"Hay culturas que son expresión libre y directa de las pulsiones biológicas del ser humano, a las que desarrollan y encajan en el mundo real. Así dan forma a sociedades equilibradas y equilibradoras, productivas, creativas, satisfechas... Otras no, y viven en una lucha interminable que sólo podría resolverse en un sentido y, para evitarlo, ritualizan y simulan una victoria imposible, ya que de ser alcanzada en la práctica les resultaría letal. En estas otras culturas, la culpa, la pena y la queja están siempre presentes y, aunque en el terreno literario se las suele atribuir a amoríos imposibles, injusticias seculares u otras causas externas, en realidad son fruto de un malestar profundo que se retroalimenta. Por más que así se haya podido conservar algo parecido al extinto uro europeo, y que las posibilidades armónicas de la guitarra hayan llegado a ser estudiadas de forma casi exhaustiva, no deberíamos permitir que constructos kármicos de tal calibre y calado se adueñen de nuestra identidad nacional."
J. Ramón Rosell