LA CRISIS ECOLÓGICA,
factores, procesos y alternativas.
En este documento se expone una visión cronológica de los procesos socioeconómicos acaecidos desde los primeros homínidos hasta nuestros días, que nos ayudará a comprender el devenir de las distintas sociedades humanas, y cómo su relación con los ecosistemas naturales ha desembocado en la crisis ecológica en que nos hayamos inmersos.
Para explicar la colisión entre nuestra especie y el resto de la biosfera se hace referencia a inevitables pulsiones biológicas, a la ignorancia o a deficiencias de tipo ético-moral. En realidad la sobreexplotación, degradación y desestructuración de los ecosistemas, tiene que ver con la implantación y el mantenimiento de sistemas socioeconómicos muy estratificados y jerarquizados, basados en relaciones de explotación y dominación.
Se suele entender la “cuestión ambiental” como un aspecto más de la problemática de nuestros días, un tema sectorial de carácter complementario, cuya importancia ha de ser relativizada para dar prioridad a los intereses más inmediatos de la gente, pero esto no responde a la realidad: No existe una problemática ecológica separada, y habría que hablar más bien de una perspectiva ecológica, un enfoque de los problemas socioeconómicos desde la ecología científica que, como disciplina generalista y ensambladora, aporta una visión de conjunto difícil de superar. Gran parte del discurso ambientalista actual se queda en el paisaje e ignora el sistema, dejando en zona oscura los mecanismos socioeconómicos que determinan en última instancia el deterioro de la biosfera. Sólo así es posible mantener las políticas medioambientales restringidas al ámbito de las “medidas correctoras”... Es evidente que no podemos quedarnos ahí: Un análisis multidisciplinar de estos procesos nos ayudará a visualizar que ya no es posible entender la Economía sin la Ecología.
FUEGO Y ORGANIZACIÓN PATRIARCAL.
Los incendios forestales son uno de los problemas medioambientales más graves y frustrantes que la sociedad actual se ve obligada a afrontar. Pero según parece la quema más o menos intencionada de la vegetación podría ser práctica habitual desde tiempos remotos, y haber influido notablemente en los grandes equilibrios planetarios ya desde antiguo. A la vez podría estar directamente relacionada con un determinado patrón de organización social, el patriarcado, que estaría también en el núcleo de otras muchos problemas medioambientales, e incluso se podría considerar como el motor fundamental de la crisis ecológica en su conjunto.
El número de especies vegetales que de una u otra forma se ven beneficiadas por los incendios es mucho mayor en África subsahariana que en otros lugares del planeta; como Sudamérica o Australia; con climas y ecosistemas similares. Tantas especies de este tipo sólo han podido formarse como respuesta evolutiva ante una mayor incidencia del fuego, que según cálculos aceptados podría remontarse hasta hace alrededor de un millón de años... África es nuestro continente de origen, mientras que la colonización de Australia y América tuvo lugar en tiempos relativamente recientes, de modo que los incendios provocados por humanos son la explicación más razonable. Conviene por lo tanto centrar la atención en las consecuencias de los incendios repetidos, y ver a la luz de éstas que mecanismos socioeconómicos pudieron verse favorecidos, y cuales otros perjudicados, tanto por incendios espontáneos como por posibles quemas intencionadas y sistemáticas.
En África, además de las zonas encharcadas, hay dos tipos de ecosistemas insensibles al fuego: Las selvas siempre húmedas, por razones obvias, y las estepas y desiertos, donde la cubierta vegetal es discontinua. En gran parte del resto del territorio el clima corresponde a bosques subhúmedos y secos, que arden con facilidad. Las llamas favorecen el desarrollo de la hierba y determinan la sustitución de los bosques propiamente dichos por sabanas forestales; que vienen a ser bosques abiertos con un estrato de hierba denso y continuo; y a frecuencias de incendio mayores, dominan sabanas menos arboladas e incluso praderas con poco o ningún arbolado. Hay diferencias muy importantes entre ambos tipos de ecosistemas y éstas son aun más significativas si se les considera desde una perspectiva socioeconómica: En bosques maduros abundan los frutos comestibles, la miel y la caza menor, mientras que en sabanas y praderas la caza mayor es el recurso dominante, y hay además grandes bandas de fieras sociales. Los productos forestales pueden ser aprovechados por individuos humanos de toda edad, sexo o condición, actuando en solitario o en grupos pequeños de organización flexible. Sin embargo en condiciones primitivas; sin armas de gran alcance y precisión, sin venenos de caza, sin perros ni caballos; tanto la caza mayor como la defensa frente a las fieras debió ser afrontada necesariamente por colectivos amplios y muy organizados.
Uno de los problemas que los investigadores de la Prehistoria intentan desde siempre resolver es cuando y para qué empezó la gente a controlar y utilizar el fuego. En general se suele buscar restos de hogueras y de alimentos cocinados, pero quizás las cosas podrían avanzar mucho más rápido apuntando en otras direcciones: Llevamos casi tres millones de años chascando piedras para sacarles filo y convertirlas en instrumentos de corte, y por lo tanto llevamos todo ese tiempo haciendo saltar chispas entre nuestras manos. No hace falta tener mucho más cubicaje cerebral que un chimpancé o un bonobo para relacionar dichas chispas con las llamas de los incendios espontáneos, y el efecto de éstos sobre las poblaciones de herbívoros es algo de percepción inmediata para quienes dependían por entero de los recursos naturales. A partir de algún momento, habiendo aprendido a producir fuego artificialmente, la posibilidad de quemar a voluntad la vegetación e incrementar así la frecuencia de los incendios espontáneos, quedó abierta.
Se sigue debatiendo acerca de cómo eran las sociedades humanas de tiempos remotos. Interesa por ejemplo el papel de los sexos en la organización social de nuestros antepasados, y hasta hace poco; basándose en el estudio de ciertas sociedades actuales que parecen haber conservado patrones culturales arcaicos; se ha considerado que el predominio masculino es algo relativamente reciente en nuestra especie, y que ésta vivió originalmente en comunidades matriarcales. Sin embargo un estudio más a fondo y más exhaustivo de sociedades indígenas de todo el planeta, describe situaciones muy variadas y complejas, que no parecen ajustarse al esquema tradicionalmente propuesto: Hay evidente coexistencia más o menos armónica de formas patriarcales y matriarcales en diferentes proporciones y combinaciones. Sucede además que a medida que se ha ido conociendo la estructura social de los chimpancés; miembros junto a bonobos y gorilas de nuestra misma subfamilia zoológica; ha ido quedando claro que incluso formas muy desequilibradas de predominio masculino son posibles y viables en contextos de lo más primitivo.
Dentro de las comunidades de chimpancés la caza y la guerra son ocupaciones masculinas: En partidas muy jerarquizadas y disciplinadas, los machos acorralan y matan antílopes y monos de otras especies, agreden con extrema violencia a cuantos chimpancés extraños puedan sorprender, y batallan contra grupos análogos de comunidades vecinas. Tanto la provisión de carne como la "seguridad" que aportan dichas actividades al resto de los individuos, son aprovechados por los machos adultos para reforzar su posición jerárquica y su cohesión interna, generándose así un característico sistema patrilocal, que se observa en muy pocos otros mamíferos: Los machos permanecen de por vida en el territorio en el que nacieron, mientras que presiones de todo tipo obligan a las hembras adolescentes a abandonarlos, a fortalecerse nomadeando en solitario y a hacerse sitio posteriormente en algún grupo, que por lo general será diferente del que les vio nacer...
Recientes análisis de ADN mitocondrial y del cromosoma Y, que se heredan respectivamente por línea femenina y masculina, establecen claramente que la movilidad geográfica de las hembras humanas ha sido, durante centenares de miles de años, varias veces superior a la de los machos, lo que vienen a demostrar una fuerte tendencia hacia formas de organización patrilocal similares a las de los chimpancés, que con ciertos matices comparten también los bonobos, pero no los gorilas... Hay sin embargo claros indicios de que hubo otros patrones de organización, vigentes también desde tiempos remotos; sobre los que volveremos más adelante; pero parece demostrado que desde hace alrededor de un millón de años, grupos humanos muy amplios, jerarquizados y organizados, dominados por los machos, dedicados a la caza de grandes operaciones y en competencia permanente con las grandes fieras sociales, arrimaban el ascua a su sardina pegando fuego a gran parte de África de forma sistemática e insistente. Creaban así artificialmente el tipo de ecosistema que más convenía a sus especialización ecológica y a sus inercias de comportamiento, a expensas de otras posibilidades: La cocina pudo no ser el único uso ancestral del fuego, y posiblemente tampoco el primero...
En la actualidad, los pastores y ganaderos de todo el planeta siguen manifestando una fuerte tendencia a incendiar masas de vegetación, y lo hacen en la medida en que las sociedades de las que forman parte se lo permiten. Estas prácticas tienen fuertes impactos sobre el clima y sobre la conservación de la biodiversidad. Reducen además la potencia productiva total de los ecosistemas y en contrapartida la concentran en el pasto y el ganado, con lo que el interés de un solo sector productivo queda antepuesto al del conjunto de la población. Las referencias míticas al "fuego purificador"; recurrentes en amplia diversidad de grupos y sectores, pero con frecuencia sin significado económico directo; parecen tener su origen en tiempos remotos, están profundamente asentadas en percepciones y comportamientos, y están relacionadas con patrones culturales de tipo patriarcal y con la exclusión de otras opciones organizativas.
EL EXTERMINIO DE LA MEGAFAUNA.
Durante mucho tiempo se atribuyó a causas naturales la anormal oleada de extinciones que se registra en nuestro planeta desde hace unas pocas decenas de miles de años, pero la hipótesis de que la actividad humana tuvo en todo esto un papel determinante recopila cada vez más indicios y pruebas favorables, y gana adeptos... Una inercia sociocultural muy poderosa parece haber determinado a gran parte de la humanidad primitiva a vivir casi en exclusiva de la caza mayor, quemando para ello grandes masas forestales y despreciando así otros muchos recursos disponibles. Esa misma inercia, fundamentada en un mismo patrón de organización socioeconómica, pudo alimentar la firme determinación de exterminar a las grandes fieras competidoras y también la propensión a explotar las poblaciones de piezas de caza hasta acabar con ellas. Y ambas cosas sucedieron cuando tales sociedades acabaron adquirieron los medios necesarios para llevarlas a cabo.
En África se sitúan los orígenes de nuestra especie y es a la vez el continente donde, en términos relativos, menos extinciones de gran fauna se produjeron hasta épocas históricas. Eurasia alberga poblaciones humanas estables desde hace más de un millón de años y hasta hace unos cuarenta mil no se registra una secuencia de extinciones que pueda considerarse anormal. A partir de esa época se acelera el ritmo de desaparición de grandes animales en Europa y Siberia, coincidiendo con la entrada masiva de poblaciones humanas modernas en estas dos últimas zonas, que sustituyeron a otras más antiguas de mucha menos densidad y con equipamiento de caza más primitivo. Por esa misma época tuvo lugar el primer poblamiento de Australia y al poco desapareció de este continente todo animal mayor que el canguro rojo. Algo similar sucedió en Madagascar y Nueva Zelanda, donde habían evolucionado aisladamente diversas especies de grandes aves no voladoras.
El poblamiento humano de Norteamérica sucedió hace pocos miles de años y también fue seguido por una oleada de extinciones de grandes animales. Esta fue mayor que en Europa y Siberia, y dejó profundamente mermada la fauna continental. El registro fósil indica una extinción masiva y rápida de grandes animales en Sudamérica, que también coincide con la llegada de los primeros pobladores humanos: El tapir fue el animal más grande que sobrevivió en este continente al contacto con nuestra especie. Mientras tanto, como en el caso africano, la megafauna de Asia tropical sufrió mermas mucho menos significativas hasta bien entrado el período histórico.
Durante el Paleolítico superior el clima fue en general más frío y más seco que el de hoy. En las zonas libres de hielo de las latitudes altas y medias del hemisferio norte hubo entonces tundras, estepas, praderas y sabanas, con grandes manadas de herbívoros diversos y varias especies de fieras. Abundan yacimientos arqueológicos de esas épocas y regiones correspondientes a grandes cacerías, durante las cuales manadas enteras eran conducidas mediante estampidas controladas hasta despeñaderos naturales o hacia corrales, de forma que centenares de piezas podían ser abatidas en una sola operación. Hablamos necesariamente de sociedades extensas, muy organizadas y también bastante rígidas, por lo visto incapaces de disciplinarse para gestionar de forma sostenible los recursos y evitar su agotamiento.
Hace unos doce mil años el clima se hizo más cálido y más húmedo, los hielos se retiraron hacia el norte y Europa se llenó de bosques. El sistema socioeconómico basado en la caza de grandes operaciones se replegó hacia lugares donde seguía habiendo paisajes abiertos con manadas de herbívoros: Las tundras árticas, las praderas y estepas de Asia central, las zonas áridas y semiáridas del Mediterráneo, los prados de montaña y las zonas pantanosas. En todo el litoral se produjo un importante desarrollo pesquero, enfocado sobre todo a mamíferos marinos y a grandes peces gregarios, al que fueron aplicadas con las necesarias adaptaciones los métodos y estrategias de la etapa anterior. A la vez ganó importancia la recolección de marisco y diversos métodos de pesca a escala más reducida. En el resto del territorio se configuraron sociedades acordes con el aprovechamiento de los recursos forestales, que se mantuvieron hasta la llegada del sistema agroganadero.
La presión excesiva sobre la megafauna se ha mantenido con altibajos desde el Paleolítico Superior hasta la actualidad. Gran número de especies han desaparecido de amplias regiones a consecuencia de una caza entendida como actividad lúdica o deportiva, íntimamente ligada a las jerarquías sociales y con poca o nula función productiva. En otros casos el exterminio fue sistemático y tuvo que ver con la expansión del sistema agroganadero, llegando incluso a utilizarse como modo de privar a determinadas comunidades indígenas de sus recursos básicos, para poder así derrotarlas y expoliarlas. Con el desarrollo de la tecnología industrial la tendencia destructiva se reforzó en todos sus aspectos, y muchas especies fueron salvadas ya en situación límite por las presiones ambientalistas, mientras que para otras éstas últimas llegaron demasiado tarde.
Una comunidad de megafauna completa y bien estructurada genera cambios en los bosques en que se encuentra, que se configuran así como sabanas forestales. En éstas es reducida la densidad de los estratos leñosos, y aumenta el espesor de la hierba a la vez que queda limitada su altura. Disminuye así la intensidad y el poder destructivo de los incendios, a los que suelen sobrevivir con daños mínimos casi todos los árboles adultos. Se produce al mismo tiempo una cierta relajación de la competencia entre especies vegetales, de forma que encuentran encaje favorable muchas que no podrían sobrevivir en masas forestales más cerradas. La desaparición de la megafauna no solo priva a la sociedad de un importante recurso de aprovisionamiento, también reduce la estabilidad de los ecosistemas y su capacidad para albergar diversidad biológica. Por eso cobran fuerza actualmente movimientos que proponen el llamado "rewilding". En resumen este consiste en la renaturalización de grandes extensiones de territorio, y cuenta entre sus ejes fundamentales la reintroducción de la especies faunísticas perdidas en cada zona geográfica y, en caso de extinción total de algunas de ellas, su sustitución por otras próximas y equivalentes.
DOMESTICACIONES Y CULTIVOS.
La suposición de que cultivar y domesticar es en toda circunstancia, más productivo y eficiente que recolectar y cazar, queda falseada a medida que se van acumulando todo tipo de datos al respecto. Aun cuando no cultivasen plantas ni tuvieran animales domésticos, todas las culturas cazadoras y recolectoras contemporáneas han dispuesto y disponen de los conocimientos necesarios para emprender proyectos de domesticación y cultivo, pero sólo lo han hecho cuando se han visto obligadas, a veces con resultados espectaculares. Una vez descartado el mito de que el sistema agroganadero surge de una genial ocurrencia; cuando no directamente por "iluminación divina"; es necesario describir de forma objetiva los mecanismos correspondientes. Sólo así es posible entender en profundidad sus implicaciones socioeconómicas, y someterlo a análisis crítico.
El mismo incremento de temperaturas que replegó los glaciares en Europa y favoreció la expansión de los bosques, hizo que más al sur aumentase la aridez de forma generalizada: Las sabanas de entonces se convirtieron en praderas y estas últimas en estepas. La productividad decayó en el conjunto del territorio, y sólo se mantuvo en lugares especialmente húmedos, como las costas, las cotas altas de las montañas, las vegas de los ríos y los cauces de grandes torrentes. En estos lugares se fue concentrando la gente hasta que tanto la densidad de población como la presión sobre los recursos llegaron a ser excesivas, y tuvieron que implicarse activamente en la vida de plantas y animales para asegurarse el sustento. Entre las muchas iniciativas de intervención en los ecosistemas que quedaron registradas por aquellas épocas, destacan tres de enorme trascendencia en los procesos socioeconómicos posteriores: La domesticación del lobo, el pastoreo de rumiantes; en concreto vacas, ovejas y cabras; y la agricultura, entendida ésta como cultivo mediante labranza de cereales, legumbres y algunas otras herbáceas anuales. Hubo mucho más, pero lo dejaremos para más adelante.
A la espera de que se confirmen, o no, supuestas noticias respecto a posibles poblaciones de lobos en el Magreb, parece seguro que el tronco genético principal del perro doméstico procede del lobo indoárabe. Hay indicios de proximidad entre lobos y humanos con una antigüedad superior a doce mil años. En el curso del proceso general de aridificación, ambas especies tuvieron crecientes dificultades para cazar por separado antílopes y otros ungulados esteparios, debido tanto a la extrema e imprevisible movilidad de estos animales como a su población decreciente. Lobos y humanos aprendieron a colaborar en la caza, a montar operaciones conjuntas y a compartir la carne. La domesticación propiamente dicha llegó cuando de la colaboración pasaron a la convivencia estrecha y permanente.
A partir de ese momento la gente tuvo en las perras domésticas una ayuda decisiva para domesticar otros animales. Aun así, ninguno de los antílopes esteparios norteafricanos o de Oriente Medio ha sido domesticado nunca a gran escala, mientras que asnos, caballos y camellos lo fueron en tiempos más recientes y en contextos muy distintos. La presión conjunta de lobos más o menos domesticados y humanos debió mantenerse insistentemente, hasta que escasez y precaución en aumento colocaron a los herbívoros esteparios fuera de alcance, tanto para una caza mínimamente productiva como para posibles intentos de domesticación.
El jabalí, la vaca, la oveja y la cabra; animales todos ellos muy sedentarios, bastante previsibles y fáciles de controlar; fueron los primeros herbívoros en ser domesticados. Las dos primeras especies tienen encaje óptimo en marismas y vegas fluviales extensas, incluso cuando éstas están rodeadas por estepas y desiertos. Las otras dos son propias de zonas de relieve accidentado. Como animal doméstico el cerdo tiene su encaje preferente en sistemas sedentarios de granja mixta, donde se le utiliza para reciclar restos de cocina, de mesa y de cosecha, y en estado salvaje o semilibertad para aprovechamiento de suelos maduros y frutos forestales. Esto le sitúa en un contexto socioeconómico radicalmente distinto del que nos ocupa. Los tres rumiantes pueden también ser utilizados como piezas complementarias en granja mixta con óptimo resultado, pero son idóneos para pastoreo itinerante por sabanas, praderas y estepas, la cabra incluso en los desiertos más áridos. Ayudados por perros ya plenamente domesticados, los cazadores de antaño transmutados en pastores viajaron y siguen viajando con sus rebaños. Y como hicieran antes los rumiantes silvestres, équidos y fieras del desierto, persiguen tormentas en busca de áreas temporalmente reverdecidas. En los ecosistemas frágiles e inestables de las zonas secas, semiáridas y áridas, la presión excesiva del ganado doméstico contribuyó a generar, acelerar y culminar procesos de desertificación, y lo sigue haciendo actualmente allá donde se dan estas mismas circunstancias.
Con la excepción de ciertos ríos que atraviesan zonas áridas y provienen de regiones más lluviosas, los lugares más fértiles de los desiertos son los cauces torrenciales por donde fluyen las aguas cuando, de vez en cuando, llueve lo suficiente. En algunos enclaves, estos cauces pueden conservar cierta humedad entre lluvia y lluvia, y en ellos pueden instalarse algunos árboles y grandes arbustos, pero en general su vegetación consiste en unas pocas matas bajas muy resistentes y, sobre todo, amplia variedad de hierbas de vida corta. Estas germinan tras cada lluvia, crecen, florecen, fructifican en pocas semanas y mueren, dejando grandes cantidades de semillas a la espera de la siguiente precipitación. Los herbívoros silvestres y el ganado doméstico dependen de estas fugaces explosiones de productividad. También la gente, que además de aprovecharlas a través de los animales, había aprendido desde tiempo atrás a tostar el grano de esas plantas herbáceas... Y hace alrededor de doce mil años, alguien observó con atención lo que sucede en los cauces torrenciales del desierto, lo imitó artificialmente; removiendo tierra, semillas y restos orgánicos, y aportando agua, e inventó la agricultura.
EL SISTEMA AGROGANADERO.
Se discute aún si la ganadería precedió en el tiempo a la agricultura o fue al contrario, y no es previsible que esta duda se vaya a resolver en un futuro inmediato. Pero aun cuando anteriormente hubiese existido una agricultura muy primitiva que la gente hubiera trabajado a mano, la aplicación de la tracción animal a la labranza, a obras de conducción de aguas y al transporte de cosechas, habría de suponer un salto cualitativo de largo alcance: Si no fueron juntas desde siempre, a partir de ese momento agricultura y ganadería se acoplaron como piezas difícilmente separables en el sistema agroganadero. Este tiene dinámica propia, patrones estructurales que determinan formas concretas de organización social, y se dota de una arquitectura ideológica tan absurda como depurada, cuyo núcleo básico es el mito de la fertilidad. Sin conocimiento de todo esto, resulta imposible entender en toda su profundidad y alcance los procesos socioeconómicos sucedidos desde el período Neolítico hasta hoy, y también buena parte de los que están por llegar.
Un ecosistema completo consta de tres piezas biológicas fundamentales; la vegetación, el suelo orgánico y la fauna; con funciones claramente delimitables: La vegetación es la maquinaria productiva, el suelo el fondo de reserva y la fauna el organismo de gestión. Respecto a su marco inorgánico, la comunidad biológica operando en conjunto ejerce funciones optimizadoras: Aumenta la retención de agua y el reciclado interno de ésta, o bien la dilapida si la hay en exceso. A la vez son suavizadas las temperaturas, amortiguados los vientos y extraídos los nutrientes que contienen las rocas inorgánicas. Para quienes vivan integrados en un ecosistema forestal no es difícil deducir todo esto, aun sin disponer de instrumentos de observación sofisticados, ni de los conceptos científicos correspondientes. Pero los habitantes del desierto profundo pueden llegar fácilmente a conclusiones absurdas observando el ecosistema inestable y poco estructurado donde se encuentran, y más aún al intentar describir los mecanismos que ponen en marcha cuando intervienen en él practicando la agricultura.
Supongamos; como suele suponer la inmensa mayoría de los agricultores y de la gente que depende de la agricultura para alimentarse; que la tierra posee una sustancia o cualidad intrínseca y misteriosa a la que llamamos fertilidad, que ésta emana de su esencia y es lo que nutre a las plantas, que las plantas al crecer la extraen de la tierra, se la apropian temporalmente y que se la devuelven cuando mueren y regresan a ella. Y supongamos finalmente que la tierra también puede recuperar la fertilidad perdida con el paso del tiempo y en virtud de un proceso interno igualmente misterioso... Partiendo de ahí es posible deducir que cuantas menos plantas contenga un terreno más fertilidad conserva o recupera, y convendrá por lo tanto eliminar, mediante explotación, fuego o labranza, toda planta de la que no se vaya a obtener utilidad directa, así como dejar a la tierra descansar y devolverle cuantos restos de plantas sea posible, bien directamente bien en forma de estiércol animal. Aun cuando ninguno de estos enunciados se corresponda con la realidad, expresan ideas con fuerte carga emocional y muy arraigadas. Poca gente es capaz de rechazarlos de plano desde un primer momento. Sin embargo, reflexionando durante un tiempo, la inmensa mayoría de quienes tengan formación científica percibirán tanto el cúmulo de disparates que entre todos ellos forman, como lo peligrosos que pueden resultar.
Desde la perspectiva científica el suelo orgánico y la tierra mineral quedan claramente definidos y delimitados: Como su nombre indica, el primero está formado por compuestos orgánicos procedentes de la actividad biológica, que contienen amplia variedad de elementos químicos en proporciones fijas, coherentes con las necesidades de los vegetales y fácilmente asimilables. Además posee energía potencial y es muy oxidable; es decir, puede arder cuando está seco y en contacto directo con la atmósfera. En cambio las tierras minerales; es decir las rocas; con excepción de los combustibles fósiles, están en equilibrio termodinámico con su entorno o muy cerca de él, y son agregados de compuestos inorgánicos en las combinaciones y proporciones más variables. Los nutrientes que contienen suelen estar en formas muy estables, fuera del alcance de los vegetales, y los compuestos más accesibles suelen ser; sobre todo en los casos en que son abundantes; resultado del ataque químico del suelo orgánico sobre minerales inorgánicos o producto directo de la descomposición de compuestos orgánicos. Sólo alrededor de un dos por ciento de los elementos químicos presentes en vegetales vivos procede de rocas inorgánicas, y la proporción es sólo un poco más elevada en el suelo orgánico. El resto procede del agua y de la atmósfera, aunque un elemento en concreto; el nitrógeno; no puede ser asimilado por las plantas sin haber sido fijado antes por bacterias del suelo... Las referencias sacralizadas a la tierra como "ser vivo", "fuente de vida" y todo lo demás, así como describir las plantas como "frutos de la tierra", son recursos poéticos recurrentes en movimientos ambientalistas que, sin embargo, carecen por completo de fundamento científico, y siendo perfectamente coherentes con el mito de la fertilidad de la tierra, participan de su potencial peligrosidad.
Para las sociedades cazadoras-recolectoras de ecosistemas forestales, éstos son a la vez maquinaria productiva y almacén de productos. La gente se sirve directamente según sus necesidades y aunque suelan almacenar algún recurso de temporada, esto no es estrictamente necesario, se hace a corto plazo, en cantidades discretas y sin mayor significación. En cambio en las praderas, estepas y otros ecosistemas abiertos, las manadas de herbívoros son casi el único recurso disponible; y según los momentos pueden abundar o escasear. Después de que se desarrollaran métodos como el secado al frío, el ahumado, el embutido o la salazón, la carne en conserva pasó a ser un recurso estratégico muy manejable, fácil de almacenar y acumular, y muy propenso a reforzar tendencias de estratificación y jerarquización. Algo parecido sucede en las comunidades ribereñas o litorales dedicadas a la caza de mamíferos marinos y la pesca de grandes operaciones. Tras la domesticación recaen importantes funciones sociales en la posesión de ganado, pasando a traducirse directamente a rango jerárquico el número de animales que cada grupo o individuo posea. Y resulta evidente que, una vez implantada la agricultura, quien controle el granero tendrá el poder... Sin duda una sociedad puede implementar formas equitativas de reparto y uso para estos y otros recursos centralizados o fácilmente centralizables, pero todos estos resultan idóneos para reforzar castas explotadoras que ya existiesen de antemano o para sustentar su formación.
DEGRADACIÓN, EXPANSIÓN Y ESTABILIZACIÓN.
El sistema agroganadero no se quedó en el desierto profundo. Habiéndose desarrollado en las peores condiciones posibles, dió sus mejores resultados en lugares más favorables, a costa de propagar hacia éstos la adversidad ligada a su origen e implicada en su estructuras y funciones: La desertificación... Cuando son roturados los prados, los matorrales o los bosques para sustituirlos por campos de labranza, los compuestos orgánicos contenidos en la vegetación y en el suelo entran en contacto íntimo con la tierra mineral y, sobre todo cuando ésta es de reacción básica, se desencadena un proceso rápido de descomposición. El resultado es una situación de sobreabundancia, y las cosechas pueden ser espectaculares durante dos o tres temporadas. Pero enseguida decaen para acabar siendo ridículas, cuando la reserva de biomasa acumulada tras décadas y décadas de producción vegetal queda agotada al cabo de siete u ocho años. Y es aquí donde radica el éxito expansivo del sistema agroganadero: Ha de ampliar constantemente horizontes para escapar de la degradación ecológica y del hundimiento de la productividad que él mismo provoca allá donde se implanta.
El sistema agroganadero llegó a Europa occidental hace más de siete mil años, cruzando directamente el Mediterráneo desde el norte de África y según parece el Sureste Ibérico fue uno de los primeros lugares. También se propagó por el Levante para penetrar después hacia el interior por el valle del Ebro. Aparece ligado en el registro arqueológico a sociedades que vivieron en ciudadelas fortificadas, con grandes diferencias de riqueza y de rango en su composición social, tras una sustitución en general bastante brusca de culturas. Tomando como referencia procesos similares sucedidos hace bien poco, se puede deducir que la destrucción de las megafaunas locales mediante sobrecaza, y de la vegetación y el suelo a fuego y labranza, hubieron de ser estrategias decisivas para exterminar, desplazar o someter a poblaciones precedentes. Otras vías de entrada más tardías fueron el litoral europeo del mar Mediterráneo, desde Siria y Anatolia, y las llanuras situadas al norte de los macizos montañosos meridionales, desde el Cáucaso y la ribera norte del Mar Negro.
La expansión del sistema agroganadero por el Sureste Ibérico, el Levante y el valle del Ebro se vio facilitada por las condiciones ambientales: Los ecosistemas de lugares áridos, semiáridos y secos resultan fáciles de incendiar, y no suelen albergar grandes densidades de población humana. El fuego es arma menos eficaz en entornos más húmedos, donde además los ecosistemas pueden albergar poblaciones humanas mucho más numerosas. En estos lugares el registro arqueológico no recoge sustitución generalizada de poblaciones, ni cambios bruscos en los sistemas productivos: El sistema agroganadero hubo de implantarse en ellos mediante procesos lentos, protagonizados por las propias poblaciones cazadoras y recolectoras locales, que incorporaron campos de labranza y ganado a su economía tradicional... Y cayeron en la trampa.
Las crónicas romanas describen a las antiguas tribus astures, cántabras y vasconas como comunidades no patriarcales, donde tanto a las mujeres como a los hombres se les valoraba por su inteligencia, su fortaleza física y su fiereza. Cazaban animales salvajes, cocían tortas de bellota, sembraban cereales; principalmente para elaborar cerveza; y criaban vacas lecheras y caballos de montura. Las mismas crónicas y otras que van hasta la Edad Media, relatan la desestabilización económica e institucional de estas sociedades, al propagarse en ellas el sistema agroganadero a costa de la regresión de los bosques frutales y los terrenos de caza: La disolución de las comunidades matrilineales, y sobre todo el reparto de los recursos colectivos que éstas gestionaban en patrimonios familiares privados, son los aspectos internos más destacables de este proceso, que fueron factores decisivos de la expansión territorial que vino a continuación. Esta afectó, junto a movimientos paralelos protagonizados por francos y galaicos, a toda la península Ibérica, cruzó el Atlántico y llegó desde Oregón hasta Tierra de Fuego, con resultados de sobra conocidos.
Hasta el momento los límites que el sistema agroganadero ha encontrado al propagarse, han sido provisionales, y tras períodos estables más o menos largos, se ha encontrado la manera de forzarlos y de entrar en nuevas fases expansivas, que inevitablemente preceden a nuevos estancamientos. Durante éstos, al no poder ampliar territorio, las sociedades agroganaderas han de afrontar y padecer de manera directa los problemas estructurales que ellas mismas crean. Se debaten así entre el desarrollo de ciertas prácticas eficientes de alcance limitado; ya que no han de violentar sustancialmente los dogmas de la fertilidad; y fases recurrentes de escasez, hambruna y mortalidades masivas: Con frecuencia se nos olvida que antes de la industrialización del sistema agroganadero, grandes masas de gente pasaban hambre en Europa y Norteamérica.
REVOLUCIONES INDUSTRIALES.
Los procesos socioeconómicos que dieron origen a la sociedad industrial y que se siguen de su implantación, expansión y desarrollo, han sido estudiados de forma minuciosa desde todos los ángulos posibles, son bien conocidos y existen innumerables trabajos publicados al respecto. No es propósito de este texto analizar los aspectos socioeconómicos y tecnológicos industriales de forma exhaustiva y en profundidad, sino más bien ofrecer una visión resumida y de conjunto. Esta debería ayudar a percibir los mecanismos que determinan, tanto la destructividad ambiental propia de los sistemas industriales como la multiplicación del impacto de determinados sistemas y prácticas preindustriales, ya de por sí bastante destructivos, una vez que son transformados y reforzados por procesos de industrialización. Se trata además de resaltar paralelismos funcionales que existen entre los casos ya tratados; bandas de chimpancés, incendios intencionados y recurrentes, exterminio de la megafauna y expansión agroganadera; y la civilización actual, como apoyo de la hipótesis propuesta: Todos ellos tienen como núcleo motor un mismo patrón de organización de colectivo amplio, rígido, muy jerarquizado, de predominio masculino y, al menos, muy propenso a favorecer prácticas de explotación, agresión y dominación.
La industria moviliza flujos de energía de alta potencia y grandes cantidades de materiales para producir en serie todo tipo de objetos. Muy pocas de las fuentes de energía y materiales que abastecen a la industria se renuevan y, por lo tanto, casi todas ellas están predeterminadas al agotamiento. Incluso los recursos renovables, como el agua o los de origen biológico, suelen ser consumidos de forma masiva y a ritmos superiores a los de reposición. Por ello el sistema industrial ha de considerarse como una situación de tránsito entre lo preindustrial y lo postindustrial, incapaz de permanecer igual a sí mismo por tiempo indefinido: Como otros sistemas productivos anteriores y muy diferentes, pero de dinámica parecida, la civilización industrial destruye sus propios fundamentos al desarrollarse.
Los primeros procesos de industrialización partieron de la concentración de capitales monetarios en unos pocos grupos de comerciantes y prestamistas europeos, que se habían beneficiado de la expansión hacia otros continentes, donde había grandes yacimientos de plata, oro y piedras preciosas sin explotar. Sus bases iniciales fueron el trabajo asalariado, la producción en serie, y posteriormente la mecanización, utilizando el carbón como fuente de energía. Los fundamentos tecnológicos de la primera revolución industrial fueron el acero, material clave en casi todos los productos, y la máquina de vapor, que además de medios de producción mecanizados movía trenes y barcos mercantes. En poco tiempo, a la vez que se desarrollaban tejidos industriales por toda Europa, Norteamérica y algunas zonas de otras partes del mundo, se propagaron los problemas medioambientales y socioeconómicos correspondientes.
El industrial es un sistema organizado por y para el crecimiento rápido. Cuando a éste se opone alguna limitación importante y lo ralentiza o detiene, entra en crisis: Aumentan el desempleo, la escasez y el hambre, y se multiplican los conflictos sociales. Así hasta que oportunas innovaciones tecnológicas impulsan nuevos ciclos de desarrollo y la problemática social pierde intensidad... Al principio del siglo XX los yacimientos de carbón más accesibles y baratos estaban agotados, el desarrollo se había detenido y dentro de una conflictividad social en aumento, en Rusia, se instauró por primera vez un gobierno socialista impulsado por las clases trabajadoras. Este nacionalizó las industrias más importantes para que fueran dirigidas directamente desde el estado, desarrolló sistemas públicos de educación y salud, modernizó los ejércitos y empezó a fomentar incrementos de producción y procesos de innovación tecnológica. Posteriormente en Alemania, tras el ascenso del movimiento nacional-socialista, se empezaron a desplegar las bases de la segunda revolución industrial: La energía del petróleo, la automoción, la aviación, la electricidad y la industria química. Y al agredir militarmente a casi todas las demás potencias industriales de la época, los nazis y sus aliados les obligaron a adoptar a toda prisa el nuevo sistema tecnológico, para poder hacerles frente.
Acabada la II Guerra Mundial, una vez derrotado el enemigo común, y para evitar que un conflicto de parecidas dimensiones pudiera repetirse, hubo acuerdo general: Era necesario desterrar el hambre, poniendo al servicio de la producción de alimentos todos los recursos disponibles de la ciencia y de la técnica. De este modo, en los países industrializados, el campo se llenó de abonos, pesticidas, antibióticos, vacunas, plásticos, alambres, maquinaria diversa y combustibles, e hizo lo que siempre se esperó de él y nunca antes había conseguido: Alimentar convenientemente amplias masas de población... No se reparó en gastos: Se disponía entonces de grandes cantidades de energía barata, capaz de mover a bajo coste cualquier proceso productivo, por disparatado que éste fuera en sus fundamentos o contraproducentes sus prácticas de referencia. Tampoco se escatimó en impactos medioambientales: Grandes extensiones de ecosistema natural y sistemas agrarios tradicionales fueron arrasados para dar paso a monocultivos, y dosis masivas de productos tóxicos entraron en las cadenas alimentarias.
Y una vez derrotado el enemigo común, los antiguos aliados; occidentales y socialistas; compitieron entre sí para ganarse las simpatías de la gente, para consolidar sus posiciones y, a ser posible, para extenderlas: De modo que los países occidentales también crearon sistemas públicos de educación y salud, y complejas redes de servicios sociales. Además se hizo cuanto se pudo para sobreactivar el tejido productivo, de forma que los mercados se vieran inundados por bienes de consumo, a la vez que desde los medios de comunicación de masas se difundían constantemente mensajes de optimismo difícilmente superable. Se alcanzó así alto grado de bienestar y conformidad en la población, pero la situación tenía también su cara oscura, que poco a poco fue saliendo a la luz. Por aquel entonces el consumo de energía y materias primas crecía a ritmo exponencial, a ritmo exponencial crecían también las estructuras urbanas e industriales, la producción y acumulación de desperdicios y los vertidos contaminantes. Algunos de éstos capaces de desestabilizar los grandes equilibrios atmosféricos de los que depende la vida en el planeta. La situación era insostenible a cada vez más corto plazo, y el riesgo de catástrofe medioambiental y social cada vez mayor.
Diversas corrientes minoritarias, pero a la vez muy influyentes, operaron durante toda la postguerra desde las artes y la cultura, agitando el hedonismo, la insolencia y la provocación como señas de identidad frente a las formas culturales establecidas y, más concretamente, contra la "moral del trabajo" y la "sociedad de consumo". Sus mensajes habían ido calando y propagándose de forma difusa y generalmente poco espectacular pero constante. A la vez se desarrollaron actitudes solidarias respecto a los movimientos de emancipación de los países del Tercer Mundo, que contaron desde el principio con una fuerte componente socialista y no ahorraron críticas a las clases dirigentes occidentales. Y desde la mitad de los años 60, cada vez más expertos hablaban más abiertamente y en un tono más crítico de los peligros del crecimiento desbocado...
Otra contracorriente de importancia decisiva que cuestionó directamente el núcleo patriarcal de la sociedad, vino generada por la propia dinámica consumista y desarrollista de postguerra: Ante la demanda creciente de mano de obra, las mujeres fueron incorporadas de forma masiva al trabajo asalariado. Esto les dio de inmediato solvencia económica y, al poco, también la independencia personal necesaria para hacer valer sus intereses en los más variados ámbitos y aspectos. Además de las continuas demandas de equiparación de derechos, los movimientos de emancipación femenina; induciendo de forma más o menos directa a gays, lesbianas y otras minorías sexuales; hicieron emerger patrones de comportamiento sexual que resultan incompatibles con las estructuras más rígidas del patriarcado, y que éste había tardado muchos siglos en excluir y marginar hasta el extremo de lo posible: Un erotismo lúdico, diverso, desligado en gran parte de la reproducción y de función cada vez más claramente socializadora desbordó las esferas de lo privado, impregnó la cultura y empezó reconstruir dinámicas y conexiones ya casi olvidadas.
Poco después, en 1968, los estudiantes universitarios reconsideraron y valoraron todos esos ingredientes desde unas muy altas probabilidades de acabar en el paro o el subempleo, y alentaron la revuelta, a la que se sumaron las organizaciones obreras y otros sectores sociales... Incapaz de mantener la paz social, el modelo consumista estaba quebrado, las presiones políticas internacionales que mantenían el petróleo artificialmente barato se relajaron, y en 1973; a consecuencia de un conflicto bélico entre árabes e israelíes; se disparó el precio del crudo, el sistema productivo entró en crisis, se frenó el crecimiento y, afortunadamente, las predicciones más pesimistas no llegaron a cumplirse.
IMPACTO AMBIENTAL.
Siguiendo el precedente establecido por las sociedades cazadoras de grandes operaciones y por el sistema agroganadero, la civilización industrial organiza sus estructuras internas a costa de desorganizar los ecosistemas de los que depende, y a la vez distorsiona sus propios patrones perceptivos hasta no reconocerse en esa dependencia. Para conseguir esto último ha de reactivar constantemente las religiones y otros contenidos irracionales, dando la espalda en el terreno de la ideología de masas a las mismas ciencias en que fundamenta su tecnología. Este mecanismo es retroalimentado desde el discurso oficial mediante declaraciones justificadoras, o autocríticas en apariencia pero de contenidos cuidadosamente ajustados: La problemática ambiental sería fruto de un imperativo biológico básico: La competencia por los recursos, que en virtud de nuestro triunfo como especie, se resuelve por la imposición de patrones de orden superior, encarnados en la sociedad y la cultura, sobre el caos de la naturaleza. En versión complementaria, para consumo de gentes con más capacidad de percepción objetiva, el deterioro del entorno es presentado como resultado inevitable de errores debidos a la falta de información y que, por lo tanto, pueden ser subsanados aplicando las medidas pertinentes, en el momento y lugar que corresponda. También, cerrando el bucle, suele aludirse a un déficit ético-moral generalizado, con el consiguiente auge del egoísmo, que según todo esto habría de ser combatido fomentando el amor a la naturaleza y la renuncia a los intereses propios, en aplicación de valores recogidos y transmitidos por las religiones mayoritarias o por sucedáneos laicos de función análoga...
Como la caza de grandes operaciones, el sistema agroganadero y la civilización industrial necesitan flujos energéticos concentrados y de potencia alta. Las formas de organización social basadas en la jerarquización, la estratificación y el acceso desigual y condicionado a los recursos, pueden aparecer y desarrollarse captando flujos espontáneos de esas características, pero se ven reforzadas si se concentra artificialmente la potencia haciendo converger varios de ellos, y más aun si son destruidos o bloqueados los flujos dispersos y de baja potencia que, en conjunto y desde el contorno, pudieran mermar la preponderancia de los centros. La potencia de estos últimos se corresponde directamente con los niveles de dominación y privilegio que los grupos dirigentes pueden alcanzar, y al parecer el mantenimiento en máximo de ambos parámetros resulta prioritario respecto, incluso, a la conservación de las fuentes de energía y otros recursos de los que dependen: Los impactos ambientales intensos y extensos no son sólo efectos, también son factores fundamentales en las dinámicas de formación, desarrollo y decadencia de este tipo de sociedades y, por lo tanto, ni se les puede considerar daños colaterales ni se les puede resolver definitivamente sin cambios profundos de las estructuras socioeconómicas.
La industrialización dotó de nuevas tecnologías a prácticas ancestrales; como la quema de vegetación, la pesca y la caza, la ganadería y la agricultura; y éstas se hicieron más eficaces, se extendieron e incrementaron su destructividad. Trajo a su vez nuevos impactos, que al menos en lo que a magnitud se refiere le son propios: Vertidos contaminantes sólidos, líquidos y gaseosos de todo tipo, con una variada gama de efectos nocivos, a los que se han ido añadiendo otros con cada nueva oleada de innovación tecnológica. Así, desde que empezó a quemarse petróleo a gran escala, el deterioro ambiental alcanza máximos, se ven afectados los grandes equilibrios planetarios y se describen efectos a largo plazo, que seguirán operando en un contexto ya plenamente postindustrial, en el que se haya reducido drásticamente tanto la potencia como los vertidos.
El calor residual y los gases de combustión son subproductos directos e inevitables de la tecnología industrial. Hasta sólo unas pocas décadas no se percibía claramente la necesidad de evitar vertidos más o menos ocasionales y accidentales de hidrocarburos, materiales radiactivos, aguas residuales, partículas sólidas u otras sustancias nocivas. Es mucho lo que puede hacerse en este aspecto, pero aun así es imposible reducir a cero la probabilidad de que tales cosas ocurran, y hay un porcentaje mínimo de incidencias que puede considerarse inevitable. Algunos vertidos sostenidos de sustancias químicas muy reactivas, y por lo tanto con alto contenido de energía potencial, pueden considerarse fallos y derroches de los sistemas productivos: Los óxidos de azufre y de nitrógeno, el amoníaco y otros muchos contaminantes podrían utilizarse como materias primas en diferentes procesos, pero han sido vertidos en grandes cantidades, creando así problemas en general muy localizados pero de alta intensidad. Algunos productos que han sido empleados durante largos períodos sin grandes precauciones han resultado particularmente nocivos por ser persistentes, tener efectos multiplicadores o incidir de forma específica sobre dianas concretas y de gran importancia. Es, por ejemplo, el caso de los CFDC: Compuestos utilizados como propelentes a escala masiva, hasta que se supo de su demoledor efecto sobre el ozono de la alta atmósfera, cuando gran parte del daño posible ya estaba hecho.
El impacto directo de la industria, la minería, la urbanización y en general de todas las actividades industrializadas sobre ecosistemas y poblaciones locales es el que resulta más llamativo y al que más medidas correctoras se han aplicado. No es sin embargo ni el más preocupante ni el más duradero. Otros, cuyos mecanismos no resultan tan evidentes, operan a medio y largo plazo, son extremadamente complejos y están empezando a ser entendidos sólo después de muchos años de investigación: Los grandes patrones climáticos se desconfiguran en todo el planeta, la sucesión de períodos húmedos y secos, cálidos y fríos, se hace cada vez más rápida y más caótica, los valores máximos aumentan, disminuyen los mínimos, aumenta tanto la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como su intensidad, y las pérdidas recurrentes en cosechas e infraestructuras se hacen cada vez menos llevaderas. Y el factor determinante de todo este caos es la pérdida de masa forestal en la zona intertropical.
El calentamiento global es un fenómeno complejo, resultado a gran escala de la degradación ecológica globalmente considerada, y del vertido de gases de combustión y otros compuestos a la atmósfera. La quema de combustibles fósiles suele considerarse factor determinante, pero hay otros: Los incendios provocados pueden haber influido sobre las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera mucho más y mucho antes de lo que normalmente se supone: Si en el futuro aparecieran indicios de uso del fuego datados en alrededor de dos millones y medio de años, las fechas coincidirían con el inicio conocido de la última sucesión de períodos glaciales e interglaciales...Sin ir tan lejos, la ganadería y la agricultura tienen efectos añadidos que se deben no sólo a la degradación directa de los ecosistemas: La fermentación de materia orgánica en el tubo digestivo de los rumiantes es una importante fuente de metano, y la explotación ganadera tiende a saturar el territorio de ganado, de forma que su número suele ser varias veces superior al que alcanzarían en condiciones naturales los herbívoros salvajes. La pérdida crónica de nutrientes es una característica estructural de la agricultura, que se traduce en flujos permanentes de vertido, especialmente de compuestos nitrogenados. Estos terminan en el mar y en otras masas de agua, provocando procesos de hiperproductividad, cuyo resultado final es la fermentación sin oxígeno de grandes cantidades de materia orgánica y vertidos masivos de metano.
Hay grandes reservas de hielo en los glaciares de la Antártida, Groenlandia y muchas altas montañas, y se están derritiendo. Ya puede observarse un ligero incremento del nivel del mar, que en algunas zonas litorales especialmente bajas empieza a crear problemas. Los suelos helados de muchas regiones del Ártico contienen grandes cantidades de materia orgánica, que fermentará a medida que suban las temperaturas y avance el derretimiento, añadiendo así más metano a la atmósfera que a su vez provocará más calentamiento: No sólo estamos ante un proceso que a medio plazo resulta ya irreversible, existe un riesgo cada vez mayor de que el mecanismo se retroalimente con fuerza y el planeta entre en una dinámica de calentamiento acelerado. Aun así, abundan quienes; en línea con los intereses inmediatos del sector petrolero; niegan que exista calentamiento global, que éste tenga que ver con actividades humanas o incluso cuestionan el efecto invernadero del dióxido de carbono, del metano y de otros gases.
CRISIS SUCESIVAS.
La inflación desbocada, la parálisis de sectores industriales enteros, la pérdida generalizada de poder adquisitivo y la destrucción masiva de empleo, fueron efectos directos e inmediatos de la primera crisis del petróleo, que tuvieron por respuesta importantes movilizaciones sociales. Sin embargo, dado que el factor político había sido determinante, y que la subida del precio del crudo fue varias veces superior a la que hubiera correspondido al incremento real de los costes de extracción, pasado un tiempo los precios tendieron a la baja, sin llegar a descender ni de lejos hasta los niveles correspondientes a la etapa anterior.
Uno de los efectos más significativos de la primera crisis del petróleo fue revelar de forma clara e indiscutible la escasa productividad neta de la energía atómica. Esta se había venido proponiendo como alternativa a los combustibles fósiles, que habría de asumir con creces las funciones de éstos una vez que se agotaran, pero el hecho fue que al elevarse el precio del petróleo; pasado un tiempo, en el que ocurrieron los reajustes pertinentes; la electricidad producida a partir del uranio también subió de precio de forma espectacular... No hizo falta un minucioso análisis de las redes productivas implicadas para detectar y evaluar las dependencias, directas e indirectas, de cualquier central nuclear respecto a la energía procedente del petróleo: En cuanto la inflación generalizada llegó a repercutir en costes laborales y pagos a proveedores, se quedó claro que el interés por construir nuevas instalaciones es delirante, o tiene como objetivo más o menos declarado el desarrollo de armamento nuclear.
Seis años más tarde, conflictos regionales de mayor entidad provocaron una nueva subida del precio de la energía, que fue afrontada por muchos gobiernos recortando gastos en servicios públicos, a veces de forma drástica, y en otros casos desmantelando sectores industriales anticuados de propiedad estatal. Los recursos que fueron liberados por estas operaciones quedaron a disposición de los agentes económicos, y dieron lugar a un modesto proceso de crecimiento, que absorbió parte del desempleo acumulado y creó una fugaz percepción de prosperidad. Esta desembocó hacia principios de los años 90 en una nueva situación de crisis, una vez que fue alcanzado el techo de desarrollo que dichos recursos podían sostener.
Desde mediados de los años 90 se popularizó el uso de los ordenadores personales, y se desplegaron las redes telemáticas y de telefonía móvil. La integración de estas nuevas tecnologías en el tejido productivo mejoró la eficiencia de este último: Redujo desplazamientos, acortó plazos e incrementó tanto la disponibilidad de datos como su uso eficaz. En parte por dinámica espontánea de mercados y en parte por decisiones financieras y políticas, la potencia ahorrada derivó hacia el sector de los servicios y hacia la construcción de viviendas, y generó otro período de desarrollo de duración mayor que el de los 80. Este acercó la ocupación laboral al pleno empleo, a costa de generar un creciente consumo de energía, que acabó forzando a máximos la potencia disponible y dio lugar a una fuerte inflación. Finalmente, el derrumbamiento del sistema financiero mundial de 2.008, provocó la recesión que vino después. Los grupos dirigentes occidentales han decidido hacer frente a esta última aplicando la misma receta que en los años 80: Recorte de gasto público y transferencia de recursos a los mercados, ahora ya sin las restricciones forzadas por la competencia con el bloque socialista.
De momento no hay ninguna fuente concentrada y de alta potencia que pueda sustituir al petróleo, suministrando la energía necesaria para una "tercera revolución industrial", y no parece que la vaya a haber en un futuro cercano. De todas las propuestas en presencia, la que se acerca más a la realidad es la fusión nuclear, pero problemas técnicos referidos al confinamiento de las altísimas temperaturas que es necesario alcanzar, plantean serias dudas respecto a su viabilidad. Otras propuestas se mueven en el terreno de la fantasía, a mitad de camino entre el delirio y la estafa: Son las llamadas "energías libres"; limpias, baratas e ilimitadas; que incluso contarían entre sus supuestas ventajas el no estar sujetas a los principios de la termodinámica... Aunque no puedan ser equiparadas en cuanto a seriedad y fundamento, la fusión nuclear y las energías libres ejercen una misma función ideológica: Mantienen la esperanza de que una fuente capaz de sustituir mecánicamente al petróleo pueda sostener el sistema socioeconómico actual sin muchos cambios. Se aparta así la atención de la sociedad respecto a fuentes energéticas renovables, que sí que están disponibles en el mundo real pero que, en general, son poco aptas para un manejo centralizado.
El diseño y uso de organismos genéticamente modificados es la nueva promesa de futuro de la agricultura industrializada. Generan fuerte oposición en amplios sectores sociales, por que son de temer graves efectos nocivos, tanto imprevistos como malintencionados, originados tanto en los procesos de manipulación genética, como en su cultivo y posible propagación espontánea o en su consumo alimentario. Los riesgos para la salud y los ecosistemas asociados a los cultivos transgénicos ni pueden ni deben ser minimizados, pero uno de sus mayores impactos; que no es un riesgo si no hecho real y comprobado; consiste en la destrucción de tejidos agroganaderos tradicionales; con mucha más capacidad para mejorar hacia mayores cotas de autonomía y eficiencia; que son sustituidos por monocultivos industrializados, cuyos procesos están dominados en aspectos fundamentales por las grandes corporaciones agroalimentarias. Y otro impacto importante es análogo al de la fusión nuclear o las energías libres: Genera la falsa percepción de que hemos alcanzado una seguridad alimentaria total y permanente. Esto carece de fundamento: Los OGM se limitan a introducir ciertas variantes de matiz en los procesos de producción agroganadera, pero son incapaces de hacer descender el precio de la energía y los materiales, o de incrementar la eficiencia de la fotosíntesis.
La potencia decreciente es escenario de referencia para un futuro cada vez más inmediato, y admite cada vez menos dudas. Sus efectos estructurales directos, más allá del evidente freno a la producción y el desarrollo; resultan fácilmente previsibles: En principio la competencia para hacerse con el control de los recursos energéticos aun disponibles beneficiará a sectores considerados estratégicos, como por ejemplo la defensa, que para paliar el déficit energético y asegurarse el suministro podrían ser más favorables que otros al despliegue de las renovables. Es previsible un incremento generalizado del ahorro y la eficiencia, así como el uso creciente de las renovables como fuentes de apoyo en todo tipo de instalaciones, pero aun así a medio y largo plazo será inevitable un progresivo repliegue de las redes de transporte, el acortamiento de los radios de intercambio y la diversificación de las estructuras productivas a escala regional, comarcal y local.
Aunque es posible concentrar energía para luego redistribuirla desde centros de control, la propagación de estrategias de este tipo haría cada vez más evidente las ventajas de utilizar fuentes diversas y dispersas mediante sistemas tecnológicos dispersos y diversificados, cuyo control efectivo plantearía problemas de difícil solución a los grupos dirigentes. Por lo que respecta a la energía solar directa, parece definitivamente asumido que su uso en calefacción es imposible de centralizar. Un análisis crítico de no mucho calado revela lo absurdo que resulta, por similares razones, la proliferación de "huertos" solares. Por otra parte, el alto nivel tecnológico que se necesita para fabricar paneles fotovoltaicos implica ya un grado considerable de centralización y de control. La producción de electricidad mediante instalaciones termosolares, además de ser muy asequible por el moderado nivel tecnológico que necesita, ofrece mejores rendimientos y márgenes de seguridad en centrales que en sistemas dispersos. Lo mismo puede decirse del aprovechamiento energético de las mareas y las olas, sobre todo cuando se trata de abastecer localidades no muy próximas a las costas. Y respecto al viento y a las corrientes fluviales, se puede hablar de un equilibrio general entre grandes y pequeñas instalaciones, más o menos favorable a unas u otras según los casos.
El papel de la fotosíntesis vegetal como fuente de energía podría ser cada vez más relevante, pero las deficiencias estructurales de la agricultura ponen límite a la productividad de los procesos biológicos que tienen lugar en los campos de labranza. Para que éstos den resultados satisfactorios han de ser asistidos desde la industria, y ésta a su vez se va a ver cada vez más afectada por el encarecimiento de la energía y el decrecimiento de la potencia. Aun así, poco antes de la crisis de 2.008 empezó a resultar más rentable dedicar los campos a producir alcoholes y aceites para automoción, que comida para la gente. Es algo que depende directamente del precio del petróleo, y este problema volverá a plantearse cuando se alcancen niveles equivalentes a los de entonces. Parece que ésta no sería una situación estable y a medio plazo podría tender a bloquearse; cuando no hubiera más opción que retroalimentar los campos de biocombustibles con energía procedente de ellos mismos; pero sus efectos inmediatos podrían ser demoledores.
La competitividad de los vegetales como captadores y acumuladores de energía; y también como productores de alimentos; se incrementa notablemente si en lugar de formar parte de los ecosistemas simplificados e inestables propios de la agricultura, se insertan en otros más estructurados, con suelos orgánicos desarrollados y con plenas funciones de fauna. Esto requeriría dar de lado a los poderosos mitos y rituales del sistema agroganadero; que no es tarea banal; pero por encima de ciertos niveles la presión de la necesidad puede remover esas y otras muchas inercias culturales... Se empieza a percibir la biomasa acumulada en los montes como codiciado recurso energético, hasta el punto de que, de no mediar regulación adecuada, resulta previsible una oleada general de saqueo de la vegetación natural como al parecer ya ocurre en Grecia. Un paso más avanzado permitiría ver cual es la diferencia determinante en ambos casos: La labranza. Y otro más, también la energía y los alimentos que se podría obtener gestionando de forma óptima bosques, garrigas y sabanas desarrollados al efecto en sustitución de campos de labranza. No parece que la ingeniería ecosistémica se vaya a implantar de forma masiva y de inmediato, pero poco a poco se van a ir sentando precedentes.
Las estructuras económicas no determinan mecánicamente las formas de organización social, pero predisponen en uno u otro sentido. Como sistema basado en flujos energéticos concentrados y de alta potencia, y orientado estructuralmente hacia el crecimiento permanente, la sociedad industrial ha estado íntimamente ligada a esa estructura social flexible y dinámica en su composición, pero a la vez jerarquizada y estratificada hasta el extremo en su forma, a la que llamamos capitalismo. Pero el socialismo del siglo XX, que se implantó en situaciones de subdesarrollo y con largos recorridos de crecimiento industrial, degeneró desde la inicial democracia obrera hasta pesadas burocracias, que no soportaron la competencia del bloque occidental, o la sobrellevan a costa de haber dado amplio margen de maniobra al libre mercado, y a la acumulación privada de riqueza. Es de prever que el capitalismo no sobreviva al sistema industrial. Es evidente que el socialismo corresponde bastante más a los requerimientos de una economía estable, basada en flujos de energía descentralizados y de baja potencia, con altos niveles de autosuficiencia local y una planificación general del uso de los recursos. Pero su implantación dependerá de que se den determinados ingredientes culturales, sociales y políticos. En caso contrario podrían consolidarse organizaciones transnacionales muy agresivas, móviles y operativas, que tomarían cuanto necesitaran de según qué lugares, manteniendo a las sociedades locales por debajo de ciertos niveles de estructuración.
ALTERNATIVAS DE AYER Y DE HOY.
Puede resultar bastante desolador contemplar el recorrido histórico de nuestra especie, sobre todo cuando centramos la atención en las sucesivas formas que el patrón de organización patriarcal ha ido adoptando y en sus resultados. Desoladoras serán también las previsiones que puedan hacerse de cara al futuro desde esta perspectiva. Nos puede parecer que desde el hipotético y ancestral banda de tipo chimpancé hasta la época industrial, pasando por la caza de grandes operaciones y el sistema agroganadero, el patriarcado ha constituido la corriente principal de la evolución humana, pero esto no es exactamente así: Suele ser mucho más llamativo lo adverso que lo favorable, y en este sentido se puede decir que el patriarcado parece lo más importante por que ha sido lo que más ha destruido y lo que más problemas ha creado... Pero otras gentes, con formas de organización más flexibles, distendidas y llevaderas han aportado mucho más cosas interesantes, tanto en el aspecto de las innovaciones tecnológicas y culturales, como en lo que se refiere al establecimiento de relaciones armónicas y equilibradas con los ecosistemas. Es tarea progresiva y alternativa que lo sigan haciendo, y a ser posible que sea desde posiciones hegemónicas.
Hace alrededor de seis millones de años, nuestros antepasados empezaron a caminar a dos patas, se desligaron progresivamente de las grandes masas forestales y pasaron a depender del carroñeo agresivo y de la caza, manejando piedras y palos para competir con poderosas manadas de fieras. Como veíamos, este proceso les convirtió a ellos mismos en importantes depredadores, y todo hace pensar que desarrollaron formas de organización patrilocal, similares a las de los chimpancés actuales. Tres millones de años después, con ésta tendencia ya consolidada, apareció otra línea de homínidos bípedos algo más corpulentos y robustos, con claros indicios de predominio vegetal en su alimentación. Según modelos de correspondencia válidos para todos los antropomorfos vivientes, se les puede atribuir una sociabilidad de grupo pequeño y hábitats más cubiertos. Los datos disponibles sugieren que estas poblaciones pudieron formarse a partir de hembras adolescentes segregadas de grandes grupos que no llegaron a incorporarse a otros, y abrieron así nuevas líneas reproductivas. Estas últimas no evolucionaron hasta alcanzar, por ejemplo, las proporciones colosales de los gorilas, debido quizás a que nunca llegaron a desligarse genéticamente del tronco original y, contrariamente a lo que se suele suponer, no dieron lugar a especies diferenciadas.
Hace alrededor de dos millones de años apareció un nuevo tipo humano, de casi dos metros de estatura y gran desarrollo cerebral, que fabricaba instrumentos sofisticados. Los mismos modelos de correspondencia anteriores le asignarían una sociabilidad de grupo aún más pequeño que a las formas robustas, escasa afinidad por hábitats muy abiertos y nicho de cazador activo. La formación de estas poblaciones pudo deberse también a un mecanismo de segregación, pero éste habría de implicar también a machos. La actividad sexual diversificada, a temporada completa, en gran parte desligada de la reproducción y de función socializadora, que compartimos bonobos y humanos modernos, pudo marcar la diferencia entre la evolución a partir de hembras solitarias y la disgregación; reversible o no; de grupos grandes en grupos pequeños.
Hay yacimientos donde aparecen mezclados huesos de "gigantes" y de robustos en un mismo nivel estratigáfico. Esto podría sugerir afinidad y convergencia entre ambas formas, pero la interpretación más admitida es, de momento, que los primeros se comían a los segundos... En cualquier caso, poco más de medio millón de años después de la aparición de los humanos de gran estatura, todos los anteriores habían desaparecido como formas diferenciadas. Han sido descritas más de veinte especies de homínidos bípedos fósiles, y varias de ellas han coexistido en diferentes momentos y lugares. En cambio es evidente que todos los humanos actuales pertenecemos a una misma especie dotada de gran variabilidad. Si admitiéramos que esto viene siendo así desde siempre; más o menos; no habría dificultad para hablar de procesos de hibridación recurrentes e incluso permanentes, entre formas muy diferenciadas. Desde esta perspectiva se explican, entre otros muchos aspectos, tanto la diversidad de patrones de socialización que existen en la actualidad, como la colisión poco menos que irreconciliable que se observa entre algunos de ellos.
Las poblaciones dispersas reciben una presión ecológica más intensa que quienes se protegen integrándose en grandes organizaciones y apropiándose de los lugares más favorables. A la vez están menos sometidas a normas, protocolos y decisiones centralizadas. Son por lo tanto más plásticas y evolutivas, y es muy posible que debamos a este tipo de poblaciones la mayoría de los avances tecnológicos e institucionales que heredamos de la Prehistoria. Entre ellos habría técnicas diversas de construcción de refugios, armas de caza de gran alcance y precisión, conocimiento amplio y profundo de los recursos naturales de diferentes zonas y de la forma de aprovecharlos, sistemas y costumbres matrilineales, y otras formas abiertas y flexibles de organización social.
Durante el último período glacial hubo en Europa un poblamiento disperso que ha dejado restos arqueológicos mucho menos espectaculares, atractivos y estudiados que los correspondientes a grupos dedicados a la caza de grandes operaciones. Al replegarse éstos últimos a la vez que se expandía la selva, los primeros quedaron como dueños absolutos de enormes extensiones de territorio... Sabemos muy poco de lo que sucedió en Europa durante los cinco o seis milenios que van desde el final de la glaciación hasta la irrupción del sistema agroganadero. Quizás las claves estén en los relatos tradicionales referidos a elfos, ogros y hadas, y en los códigos culturales conservados por la brujería tradicional. En cualquier caso parece que durante ese período la gente se apartó de las formas patriarcales como en pocos otros lugares y épocas.
Se han descrito procesos muy largos y acumulativos de frutalización de bosques en diferentes lugares del planeta, y algunos arrancan de mucho antes de la llamada revolución neolítica. De todos ellos han resultado masas forestales similares a las naturales, pero compuestas sólo por especies de fruto comestible. La gente taló selectivamente los otros árboles para obtener leña y madera, y esparció o sembró los frutos de los más productivos o apetecibles. A procesos de este tipo se debe el predominio avasallador de la carrasca sobre el quejigo y otros Quercus de bellota amarga en gran parte la península Ibérica, cuando por condiciones naturales tendría que haber proporciones más equilibradas. En muchos yacimientos neolíticos del Levante se ha encontrado un estrato inferior al de los campos de labranza, con bosques frutalizados cuya composición de especies sugiere incluso algún tipo de riego.
La dinámica de aridificación y concentración de poblaciones, que forzó en Oriente Medio la invención de la agricultura e hizo posible la configuración del sistema agroganadero, incentivó otras muchas formas de cultivo de plantas y crianza de animales. Con gran probabilidad el cerdo, la vaca e incluso la oveja y la cabra fueron domesticados por sociedades forestales sedentarias, en el contexto general de contracción ecológica y sobrepoblación de principios del Neolítico en Oriente Medio. De ser así, los tres rumiantes se habrían incorporado al incipiente sistema agroganadero sólo después de haber sido adquiridos por sociedades de cazadores esteparios en decadencia. Además de la frutalización de bosques y la domesticación de éstas y otras especies animales, las sociedades de encaje forestal desarrollaron diversos cultivos herbáceos, como ajos, cebollas, espárragos y alcachofas, compatibles con suelos maduros y plantaciones de bosque frutal, y en zonas ribereñas o con grandes volúmenes de agua disponible, idearon sistemas de acuicultura. La reunión de estos y otros recursos similares entorno a viviendas estables dio lugar a configuraciones de granja mixta, antitéticos en casi todo respecto al sistema agroganadero, pero que sin embargo se vieron forzados por el devenir histórico a integrarse en este último, y a participar de sus mitos y rituales.
La domesticación del caballo y su pronto uso como montura; que se inició hace alrededor de seis mil años; supuso un cambio cultural de gran alcance. Éste desestabilizó el sistema agroganadero; al abrir posibilidades divergentes y mucho más ventajosas; y forzó su desaparición en grandes extensiones de territorio. Asociada al arco y las flechas, la equitación dio gran movilidad a la gente, favoreció tanto al comercio como a la agresión y la defensa, y puso a disposición de grupos pequeños las piezas de caza que hasta entonces habían sido dominio exclusivo de sociedades grandes muy organizadas. Además reforzó la equiparación de hombres y mujeres en sociedades ya predispuestas hacia la convergencia de roles sexuales y, asociada a la ganadería de rumiantes, permitió a la gente supervisar los movimientos del ganado y protegerlo eficazmente con mucho menos esfuerzo y dedicación. Los datos arqueológicos señalan las praderas de Ucrania como foco inicial de la equitación. Desde ahí la cultura caballista se extendió hacia oriente entre tribus indoeuropeas, árabes y mongólicas, y también hacia el oeste, influenciando a germanos, celtas, ibéricos y magrebíes. La adopción reciente del caballo por diversas etnias amerindias permitió observar de forma directa profundas transformaciones culturales, similares a las sucedidas en Eurasia y norte de África varios miles de años atrás.
Tras varios milenios de procesos complejos, quedó configurado un patrón cultural cuya base fue una combinación en proporciones variables de granja mixta y sistema agroganadero, sobre el que se superponen redes de explotación íntimamente asociadas a este último. Aunque hubo algún intento de organización autónoma de corte federal, feudos, ciudades-estado e imperios compitieron por el dominio de estructuras dispersas, y en gran parte autosuficientes, de las que extraían recursos que concentraban en flujos de cierta potencia bajo su control. Incluso sistemas muy orientados hacia intercambios de largo recorrido, como el Imperio Romano, se fundamentaron en unidades productivas; las quintas en este caso; capaces de autoabastecerse de casi todo lo que necesitaban. Así continuaron las cosas hasta que la civilización petrolera se marcó como objetivo estratégico integrarlo todo en una red mundial de producción e intercambio, y disolver cualquier estructura de autosuficiencia localizada. Y aun cuando durante un tiempo hubo energía suficiente para dar pasos en esta dirección, pronto emergieron tendencias contrarias, que tienden a consolidarse y extenderse a medida que avanza la crisis.
Los movimientos contraculturales que siguieron al estallido de 1.968, además de zarandear los dogmas ideológicos de la "sociedad de consumo", apostaron por la recuperación de la granja mixta autosuficiente y comunitaria como alternativa a la masificación y a la pérdida de poder de la gente. Carecían sin embargo de un análisis crítico del sistema agroganadero, de modo que algunos de los contenidos básicos de este último; articulados alrededor de la labranza; destruyeron desde dentro la viabilidad de la inmensa mayoría de las experiencias, en colaboración con una amplia gama de disparates de otros tipos... Quedaron sólo unos pocos proyectos: Los que tenían fuertes fundamentos políticos o religiosos, y aquellos otros que habían asimilado conceptos de ecología científica o se fundamentaban en tradiciones tribales ajenas al sistema agroganadero. Los correspondientes a estos dos últimos casos marcaron prudente distancia respecto al arado y, a veces incluso sin proponérselo, sentaron sólidas bases de productividad y eficiencia. En la actualidad, en línea con todo esto, el movimiento de la permacultura y alguna otra escuela de contenido similar, trazan directrices para el desarrollo de una nueva economía al servicio de los intereses de la gente. Pero para que ésta llegue realmente a desarrollarse son necesarios algunos otros ingredientes: La ilusión de libertad y protagonismo que propagan las grandes corporaciones para defender a ultranza la privatización, y arremeter contra lo público y contra el estado, habrían de ser interpretadas como estrategias para la implantación de un nuevo feudalismo. Nuevas formas de participación y democratización son necesarias para mantener y profundizar ámbitos de decisión, colectivos y vinculantes, opuestos a estas tendencias.
Comentarios
28.10 | 23:39
Me ha encantado , ya hablaremos cuando tengas tiempo
06.09 | 00:08
matrix agroganadero, jajaja, toda la razóm. La natura siempre se organi...
01.08 | 10:49
Hola Carmen soy Antonia, quisiera me metas en el grupo de whatsap...
12.10 | 07:31
Increíblemente interesante, voy a estudiarlo en detalle. Gracias.