Se suele considerar que calidad de agua y productividad biológica son incompatibles en charcas permanentes. Pues no: Es sólo un encaje de bolillo difícil de tejer.
Todo empezó hace alrededor
de cuatro años: Una vez construida la cubeta inundamos y sembramos la comunidad biológica típica de las charcas naturales del Suereste semiárido. Al principio todo fue bien... Hubo la normal proliperación de fitoplancton,
que puso el agua verdesica. Al poco los nadadores de espalda se reprodujeron cual conejos, y explotaron la comunidad de rotíferos y microcrustáceos, casi exterminando las poblaciones de copépodos y otros
depredadores intermedios. El resultado fue una explosiva reproducción de cladóqueros, ostrácodos y rotíferos fitófagos que pusieron el fitoplanton bajo control y el agua se quedó transparente como un cristal... Pero
el factor decisivo de la calidad del agua de por aquí aún no estaba presente. Me refiero a Chara hispida; un alga evolutivamente muy avanzada, que parece un equiseto, forma céspedes de fondo densos y altos y, cuanto más aprieta
el Sol, más oxígeno mete en el agua, convirtiendo a esta en un líquido hiperoxidante que poco tiene que envidiar a la de los acuarios ozonizados... El caso es que la floración explosiva de Acacia cyanophylla metió varios
kilos de proteína en el sistema, las poblaciones de ostrácodos y otros detritófagos se dispararon, y el fitoplancton volvió a dominar... Sin embargo Chara proliferó lenta y tenazmente en la oscuridad, hizo su política
y, tras varios altibajos, este invierno ha tomado el mando: El agua está transparente y productiva a la vez. No me atrevería a decir que potable, pero de peores he bebido por estas sierras, y sin consecuencias aparentes. Moraleja: Para aprender
ingeniería ecosistémica, una vez puestas las condiciones de partida, conviene dedicar las manos a otros menesteres.
Y el aphoto.
J.Ramon Rosell