Las condiciones áridas y semiáridas quedan matizadas cerca del litoral debido al menos a dos factores generales: la aportación complementaria de nieblas y rocíos, y las altas temperaturas en
invierno. También juega en el mismo sentido la naturaleza del sustrato mineral, en el que aquí, por azar, predominan los materiales muy permeables y con pocas sales. Así que por una parte, la humedad de mantenimiento en verano encaja
con las necesidades de diversos árboles y arbustos de hoja perenne con mayor o menor capacidad de letargo (el olivo podría tomarse como referencia central de este grupo). Y por otra, los arbustos caducifolios facultativos, que pierden las hojas
de golpe al disminuir la disponibilidad de humedad pero no soportan las heladas, tienen encaje óptimo a ciclo invertido: verdes en invierno... En el interior y sobre sustrato poco permeable y salino, lo mejor es desarrollar una capa de suelo orgánica,
artificial o natural, lo más espesa que resulte posible, donde quedará retenida gran cantidad de humedad, mientras que las raíces de hierbas y matas rompen y permeabilizan la capa mineral. Esto es imposible si tiramos de labranza... Otra
cosa a tener en cuenta es el papel del riego. Un exceso de aportación de agua en verano puede perjudicar a plantas con capacidad de letargo, sobre todo en sus etapas juveniles: les confunde obligándolas a despertar una y otra vez del letargo
que les permite sobrevivir con una mínima humedad de mantenimiento. Ésto las debilita y las puede matar... En lo que se refiere a las temperaturas, hay diversos recursos para estabilizarlas y hacer que las mínimas suban, además
de los conocidos cierres transparentes de invernadero, que pueden ayudar: estructuras en trampa solar, masas de agua para reflejar luz y almacenar calor, y otras. Pero no hacen milagros.