Apuntes para diseño ecosistémico II

Encaje ambiental de árboles interesantes para permacultivo

Autor: J. Ramon Rosell Peñalver

En este gráfico observamos un cruce de siete franjas y cinco columnas, un código de números y letras, otro de colores y dos esquemas de configuración forestal. Las cuatro franjas con denominación explícita corresponden a zonas climáticas: la “A” a las zonas subtropicales y a los termotipos inframediterráneo y termomediterráneo inferior. La “B” a la porción más meridional de la zona templada boreal y a los termotipos termomediterráneo superior y mesomediterráneo. La “C” es la banda central de esa misma zona templada, en correspondencia con los pisos colino y supramediterráneo, y la “D” se refiere a la porción más norteña de la zona templada boreal y a los termotipos montano y oromediterráneo. Las columnas verticales son: “a” ombroclima hiperhúmedo, “b” húmedo, “c” subhúmedo, “d” seco superior, “e” seco inferior, y a la vez todos ellos representan lugares de condiciones equivalentes que aparezcan dentro de otros ombroclimas como resultado de factores locales. Los cinco números que se utilizan representan otras tantas estrategias vegetales, así como a las especies que de forma más clara e indiscutible utilizan cada una de ellas.

El “7” es la estategia lauroide: plantas leñosas siempre verdes, cuya resistencia a la escasez de humedad no les permite aguantar sin sufrir daños más que unos pocos días de suministro deficiente. Las plantas del grupo “8” o esclerofitos, son siempre verdes con capacidad de letargo más o menos profundo, que les permite vivir en estado latente durante períodos de varios meses. Las “9” son casi todas ellas coníferas de crecimiento rápido y grados bastante altos de resistencia al frío y a la escasez de humedad, y son capaces de almacenar agua en sus tejidos internos. A la vez resultan muy combustibles en estación seca y sus semillas suelen germinar y crecer con fuerza sobre las cenizas. Solo constituyen la vegetación definitiva en lugares de condiciones especialmente adversas, mientras que en los demás su dominio precede al de las especies titulares de crecimiento más lento y adaptaciones más sofisticadas. Las “3” son árboles de follaje caduco que pasan el invierno sin hojas, aunque en algunos casos estas no caigan al secarse, y permanezcan en el árbol hasta que crezcan las siguientes, con lo que se mantiene la función de proteger la humedad mediante sombreado. En todas estas especies, tanto la caída o muerte de la hojas viejas como la brotación de las nuevas suceden a fecha casi fija, ya que son reguladas por el ciclo diario de luz y oscuridad. Los árboles y arbustos tipo “5” son también de follaje caduco, pero en este caso la caída y la brotación son respuestas directas a la disponibilidad de agua. Así, mientras que en climas de invierno seco su ciclo productivo es similar al de cualquier otro caducifolio, en climas cálidos de lluvias no estivales pueden retrasar o adelantar su ciclo productivo para permanecer todo el verano o gran parte de él desprovistos de follaje. Los códigos de números y letras combinan los conceptos antes citados para describir situaciones ambientales y comunidades biológicas en las que el dominio absoluto o casi absoluto corresponde a árboles con un mismo tipo de estrategia.

A los bosques de tipo A7, B7 y C7 se les conoce genéricamente como laurisilvas. Estas son comunidades siempre verdes y sin capacidad de letargo estival, que dominaron gran parte de Europa en el período Terciario. Se encuentran muestras extensas y muy valiosas de estas comunidades en Canarias y algunos otros archipiélagos atlánticos, pero en el continente ocupan lugares muy restringidos en general próximas a la costa, de condiciones especialmente favorables, donde las temperaturas mínimas son relativamente altas y nunca escasea la humedad. En los encajes más cálidos, las pequeñas laurisilvas europeas contienen especies como el mirto (Myrtus communis), el baladre (Nerium oleander), el boj balear (Buxus balearica) y el bayón (Osyris lanceolata). Junto a estas suelen encontrarse otras que también se extienden hacia lugares más frescos, como el aladierno (Rhamnus alaternus), varias especies del género Phyllirea, la coscoja (Quercus coccifera), el madroño (Arbutus unedo), el laurel (Laurus nobilis) y el loro (Prunus lusitanica). Los cítricos (Citrus) son lauroides importados desde otros continentes, que a veces consiguen asilvestrarse. Aunque no sea un lauroide propiamente dicho se comporta casi como tal la alsina (Quercus ilex), que suele alcanzar tallas superiores a los 10 m, pudiendo incluso superar los 20, con lo que integra el estrato superior de muchas de las comunidades vegetales en las que interviene. Hay lauroides que soportan temperaturas bastante bajas en invierno, como el rododendro (Rhododendrum ponticum), el boj común (Buxus communis), el acebo (Ilex aquifolium) y el tejo (Taxus baccata), aunque hacia el norte y en altitud sean cada vez más raros los núcleos vegetales claramente dominados por este tipo de plantas. En latitudes más altas que están aún dentro del límite de los bosques, y que corresponden al apartado D7, se dan condiciones ambientales aptas para el desarrollo de grandes árboles que no toleran la escasez de humedad ni las oscilaciones térmicas demasiado fuertes, pero las especies correspondientes se extinguieron en Europa debido a los vaivenes climáticos del pasado y a la peculiar disposición de las montañas y otros obstáculos geográficos: Estos dificultan las migraciones norte-sur y sur-norte en nuestro continente. Sus marcos ambientales son ocupados por unas pocas especies sustitutas entre las que destaca el abeto rojo (Picea abies), mientras que unas cuantas especies de abetos del género Abies sobreviven más o menos aisladas en las montañas del sur. En cambio en el oeste de Norteamérica los bosques lluviosos litorales de las altas latitudes cuentan con una amplia variedad de coníferas poco o nada resistentes a la sequedad. Algunas de estas han sido introducidas en Europa. Los géneros más comunes en sus lugares de origen son Thuja, Chamaecyparis, Juniperus, Pinus, Picea, Abies, Tsuga, Pseudotsuga y Taxus.

En toda la Europa Atlántica y Mediterránea la estación menos lluviosa es el verano. Esto combinado con las altas temperaturas y los elevados índices de evaporación en las latitudes más bajas, da ventaja a plantas siempre verdes con capacidad de letargo estival profundo y prolongado. Las condiciones correspondientes a la casilla 8A favorecen especialmente al algarrobo (Ceratonia siliqua), al alcornoque (Quercus suber), al araar (Tetraclinis articulata), a la palma datilera (Phoenix dactylifera) y al pino piñonero (Pinus pinea). En 8Bc, con frío invernal ya bastante intenso y prolongado, la especie de referencia es la carrasca (Quercus rotundifolia) y como colonizadora pionera destaca el pino rodeno (Pinus pinaster). En 8Be, con una fuerte sequedad estival que se prolonga durante más de tres meses, dominan el Olivo (Olea oleaster), el lentisco (Pistacia lentiscus), y en el papel de pionera el pino carrasco (Pinus halepensis). En 5A las condiciones ambientales experimentan un importante cambio cualitativo al combinarse temperaturas suaves en invierno y una sequía aún más larga e intensa que en el apartado anterior, lo que favorecería a caducifolios facultativos capaces de invertir el ciclo y descansar en verano. Hay arbustos como Calicotome intermedia y Periploca laevigata que funcionan así pero no árboles autóctonos, y su lugar es ocupado por el pino carrasco de manera relativamente estable. Sin embargo el frutal norteafricano Argania spinosa, el argán, parece adaptarse bien a estos encajes y actualmente está siendo introducido.

Los bosques de tipo 3Cc y 3Ce están dominados por caducifolios de los que pierden el follaje a fecha fija. Corresponden a marcos ambientales de cierta continentalidad en los que el invierno es ya bastante frío y largo, y hay humedad suficiente para asegurar el trabajo vegetal durante toda la estación cálida. Esto se debe a que gran parte del agua se conserva durante el invierno gracias a las bajas temperaturas, y también por que la precipitación estival aún resulta bastante significativa. Según el relieve y la dinámica de las aguas, los bosques caducifolios se configuran de manera distinta: en las zonas planas del fondo de los valles que no se vean afectadas por las crecidas e inundaciones de los ríos, se acumula agua y gran cantidad de suelo orgánico, lo que asegura el suministro de nutrientes y, por retención, se incrementa aún más la humedad disponible. Así las condiciones son óptimas e indiferenciadas, las adaptaciones que cada especie posea para afrontar adversidades dejan de tener importancia y, por lo tanto, la competencia no se resuelve en favor de ninguna de ellas. El resultado es una comunidad forestal densa y compleja en la que conviven gran número de especies más o menos equivalentes. Se la conoce como “bosque mixto” o, dicho con más propiedad, bosque húmedo complejo. En este tipo de formaciones forestales los árboles caducifolios del género Quercus, los robles, suelen estar bien representados y podemos encontrar Q. Robur, Q. Petrea, Q. Canariensis, Q. Broteroi, Q. Faginea, Q. Pyrenaica o Q. Humilis, junto a hayas (Fagus sylvatica), castaños (Castanea sativa), nogales (Junglans regia), plátanos (Platanus), arces (Acer), fresnos (Fraxinus), olmos (Ulmus), almeces (Celtis australis), espinos (Crataegus), perales (Pyrus), manzanos (Malus), cerezos, guindos y similares (Prunus), serbales (Sorbus) y avellanos (Corylus avellana), entre otros. La situación cambia radicalmente en zonas con cierto relieve, donde la inclinación y orientación de las laderas produce diferentes marcos ambientales que favorecen más a unas especies que a otras, de forma que suele haber al menos tres comunidades forestales diferenciadas: una para las laderas orientadas al sur, otra para las situadas más al norte y otra para las de orientación neutra, que comparten entre sí pocas o ninguna de sus especies dominantes. En climas más secos y continentales estos bosques de ladera tienden a estar dominados por muy pocas especies o por una sola. En lugares aún más cálidos, donde el dominio general corresponde a las esclerofitas hay también cauces de aguas más o menos estables donde las plantas de follaje caduco tienen cierta ventaja competitiva sobre las siempre verdes. Las especies más características son el azufaifo (Ziziphus lotus), del termomediterráneo, la cornicabra (Pistacia therebintus), las cañas (Arundo) y los tarais (Tamarix), a las que se pueden unir localmente algunos Populus y frutales caducifolios asilvestrados como la higuera (Ficus carica), el granado (Punica granatum), la vid (Vitis vinifera), el almendro (Prunus amygdalus), las moreras (Morus) y el jinjolero (Ziziphus jujuba). En las franjas ribereñas de los ríos y los arroyos estables, donde el flujo de las aguas remueve periódicamente el terreno, no hay déficit de humedad y el encharcamiento es frecuente o permanente, suelen dominar los sauces (Salix), álamos (Populus) y alisos (Alnus). Estos son también los géneros que componen las arboledas caducifolias más o menos densas que más se acercan al polo norte, representadas genéricamente por la casilla 3D. En ellas también pueden abundar los abedules (Betula) y el carpe (Carpinus betulus). Los caducifolios pueden ocupar temporalmente marcos ambientales que correspondan en realidad a coníferas boreales, después de que los factores destructivos hayan eliminado a estas últimas. En este caso el bosque siempre verde recuperará el lugar con el paso del tiempo, pero en las condiciones más favorables de humedad efectiva disponible y también de las temperaturas de primavera y otoño, que se van extendiendo a consecuencia del calentamiento global, el bosque caducifolio boreal suele estabilizarse como comunidad vegetal definitiva.

En 9D, la supremacía de las coníferas boreales sobre los caducifolios viene determinada en gran parte por la duración del período del año propicio para actividad vegetal, y por su delimitación respecto a la estación fría en la que se producen las heladas importantes: si esta última es muy larga o no está bien definida, de modo que ocasionalmente pueda haber fríos intensos incluso a mitad de la primavera o principios de otoño, la estrategia de perder la hoja para afrontar la adversidad no resulta competitiva, y sí lo es conservarla para aprovechar los momentos favorables cortos que vengan intercalados entre otros adversos. La explicación de que algunos árboles caducifolios lleguen más al norte y más arriba en las montañas que las coníferas siempre verdes, hay que buscarla en las dificultades que estas tienen para sobrevivir al frío extremo que golpea durante gran parte del invierno, mientras que las otras lo afrontan mejor ya que están completamente desprovistas de hojas en esos duros momentos y los daños que lleguen a sufrir resultan reversibles. Hay pocas coníferas boreales en Europa Occidental, y en condiciones naturales casi todo el protagonismo de estos bosques corresponde al abeto rojo (Picea abies) y al pino silvestre (Pinus sylvestris), este no acompaña al otro en los encajes más húmedos y lo sustituiye por completo en los más secos. Existen sin embargo numerosos reductos de coníferas muy resistentes a temperaturas bajas en las montañas europeas. Algunas de estas son el abeto blanco (Abies alba), el pinsapo (Abies pinsapo), el pino laricio (Pinus nigra), el pino negro (Pinus uncinata), la sabina albar (Juniperus thurifera) y el alerce europeo (Larix decidua). Como su nombre indica, este último pierde la hoja durante el invierno, caso raro entre las coníferas, lo que le da un encaje óptimo para climas muy fríos. Sin duda todas ellas estuvieron extendidas por tierras más bajas durante el último período glacial y se refugiaron en las montañas al elevarse las temperaturas, pero no fueron capaces de migrar hacia el norte.

El código de color de la tabla sigue el mismo patrón que los empleados para otras parecidas: el ingrediente turquesa de cada casilla representa el grado de humedad y el amarillo el nivel medio de las temperaturas. Están organizados de manera simbólica por porcentajes de ocho en ocho puntos, y los valores correspondientes pueden ser leídos mediante cualquier aplicación gráfica que trabaje en CMY. Debido a que el grado de madurez y estabilidad de estas comunidades resulta muy similar, se ha omitido la componente magenta que en otros gráficos representa este factor. Los dos perfiles de vegetación corresponden a las comunidades mixtas que se desarrollan en marcos ambientales de transición: cuando estos responden a variaciones de humedad, la masa forestal suele configurarse en dos estratos importantes, de modo que los árboles que más humedad necesitan reducen su talla y ocupan el nivel inferior, y los más resistentes crecen más y forman el estrato superior, que no llega a cerrarse por completo. Cuando la transición es debida solo a variaciones de temperatura los árboles de uno y otro tipo compiten en equilibrio, ya que sus estrategias aun pudiendo ser muy diferentes, en la práctica producirían idénticos resultados, de modo que se combinan en diferentes proporciones dando forma a un único estrato forestal dominante. Las casillas cruzadas de la tabla corresponden a situaciones de transición mixta que implican a ambos factores, humedad y temperatura, en que ambos resultados aparecen en combinación. Debido a que la realidad no es nunca bidimensional, existen otros muchos patrones de transición, que pueden llegar a ser extremadamente complejos y con tres, cuatro o incluso más estratos forestales, pero todos ellos pueden ser modelados utilizando estos tres como referencias básicas.

E4E

ColinReid Stewart 12.10.2019 07:31

Increíblemente interesante, voy a estudiarlo en detalle. Gracias.

Comentarios

28.10 | 23:39

Me ha encantado , ya hablaremos cuando tengas tiempo

06.09 | 00:08

matrix agroganadero, jajaja, toda la razóm. La natura siempre se organi...

01.08 | 10:49

Hola Carmen soy Antonia, quisiera me metas en el grupo de whatsap...

12.10 | 07:31

Increíblemente interesante, voy a estudiarlo en detalle. Gracias.