Casi la mitad de la extensión de los bosques originales del planeta han desaparecido. Gran parte de lo que queda está en peligro: distintas
enfermedades e insectos están aniquilando lentamente y por completo distintas especies de árboles; la tala ilegal empobrece a los pobladores y comunidades locales y destruye el hábitat esencial de la vida
salvaje; hoy en día, los bosques están propensos a sufrir incendios muy destructivos porque el régimen natural del fuego se ha alterado.
La deforestación y degradación de los bosques del mundo perjudica a las
comunidades, la economía, las plantas y los animales, así como la capacidad básica de los ecosistemas forestales para funcionar y suministrar servicios, como agua potable, que benefician a la población alrededor del mundo.
Cada año, se pierden aproximadamente 13 millones de hectáreas a causa de la deforestación. La tala ilegal es responsable de una gran parte de esta pérdida: hasta 30% de la madera y el contrachapado comercializados mundialmente
tienen origen dudoso. Otros bosques se talan para prepararlos para el desarrollo urbano y la agricultura.
Gran parte de los bosques que quedan han sido severamente fragmentados, y su capacidad para dar cobijo a la vida salvaje o suministrar agua
potable a la población se ha visto comprometida. La deforestación empobrece a las comunidades que dependen de los bosques y también contribuye entre el 20 y el 25% de la contaminación por dióxido de carbono, uno de los causantes
el cambio climático global.
El reciente interés mundial por los biocombustibles provenientes de plantas, como el aceite de palma y de soya, está provocando una deforestación generalizada. Concebidos para disminuir nuestra
dependencia de los combustibles fósiles, el uso de biocombustibles no contaba con la “quema” de la biodiversidad de los bosques. El atractivo de las cosechas que producen energía está provocando la transformación de
los bosques en Brasil, Malasia, Canadá y Colombia, así como en Estados Unidos, donde existe un aumento en la demanda de etanol que está llevando, a su vez, a un aumento en la preparación de tierras para la siembra de maíz.
Fuente The Nature Conservancy