Imaginen ustedes un pinar que, en el proceso de regeneración del ecosistema roto, se haya desarrollado a toda prisa donde el clima corresponda a una comunidad semiforestal de seco termomediterráneo: olivo, aladierno, coscoja, lentisco,
enebro, palmito y otras especies de ecología similar... ¿Qué necesitan éstas últimas para recuperar el control imponiéndose a los pinos? Dos cosas: estabilidad y tiempo. Que no haya sequías demasiado intensas,
ni heladas fuertes o demasiado frecuentes. Tampoco incrementos importantes en los niveles de humedad, capaces de cambiar las reglas del juego a mitad de la partida. Y sobre todo que no se produzcan incendios: a los pinos
se les da muy bien lo de arder y el fuego puede retrasar el proceso de sustitución, dando cancha y prórroga a nuevas generaciones de un pinar que estuviese ya prácticamente superado... Extrapolen ustedes y miren a ver con qué tipos
de bosque podríamos comparar respectivamente las estructuras industriales y las postindustriales... Así que apliquémonos el cuento: estabilidad y marcos socioeconómicos tranquilos y previsibles, donde lo alternativo pueda desarrollarse
compitiendo tenaz y de forma permanente con lo convencional, pero sin muchas broncas ni sobresaltos. Lo de arreglar el mundo a fuerza liarla cuantimás gorda mejor como que ya no toca, si es que alguna vez hubo lugar a ello.