La máxima capacidad para producir y contener biodiversidad corresponde a ecosistemas de climas y lugares en los que las condiciones óptimas
para la producción vegetal se dan de forma permanente. Un poco por debajo están aquellos otros lugares en los que la sucesión de períodos favorables y adversos siguen ritmos regulares y predecibles.
La escasez de precipitaciones; propia de climas secos, semiáridos y áridos; se traduce en una alta variedad de ambientes locales generados por complejas combinaciones de factores, donde pueden encajar especies de lo más diverso. Algunos
de estos microambientes pueden presentar, por su parte, altos niveles de estabilidad o de regularidad.