Aún teniendo como precedente los trabajos del japonés Fukuoka, la permacultura; entendida como aplicación sistemática del diseño a los espacios habitables; empezó en Australia,
en los setenta. Mollison y Holmgren se movían por Tasmania, Nueva Gales del Sur y el Oeste de Australia. En este último lugar había bastantes comunidades jipis que entendieron y adoptaron las ténicas de diseño y empezaron
con las iniciativas de cooperación comunitaria, moneda alternativa y cursos de divulgación. Hubo incluso algunos conflictos con la hacienda pública australiana, que al parecer no era capaz de encontrar una fórmula para hacerles
tributar... Sin llegar a tanto, cosas parecidas pasaron por todo aquel continente y la permacultura, o al menos muchas de sus técnicas, se difundieron en el sector agroalimentario "normal"... Tenemos aquí en nuestro grupo local de permacultorxs
un compañero australiano, cuyos hermanos son latifundistas en Queensland y empresarios agrarios que exportan biológico a Japón, y han puesto en marcha métodos de permacultura mecanizada a gran escala para reducir insumos y abaratar
costes... Parece que a escala mundial la permacultura tiene dos alas: Una jipi y otra yupi... De yoga y de maletín, respectivamente. Emilia Hazelip me contó que los permaculturales mejor preparados que habían conocido vivían en
California, a caballo entre dos mundos: De chaqueta, corbata y coleta por las mañanas, asesoraban empresas agroganaderas tanto biológicas como petroquímicas en la línea de la mejora de métodos: Estrategias multifunción,
bucles de reciclado, conservación de suelos, automatismos biológicos. Y por tarde jipiosos de traca suelta... Otros de por allí mismo montaban cooperativas de urbanitas, a los que asesoraban sobre la compra y gestión de terrenos
cercanos a San Francisco, donde además de producir comida biológica abundante y barata, iban preparando encajes bioclimáticos para vivienda, de forma que si las autoridades lo permitían, al final los huertos acababan convertidos
en ecoaldeas... Australia, Nueva Zelanda, California, Nueva York... Y además Zimbabue, Sudáfrica, Pakistán, India... Parece que hablamos de una movida muy del mundo exbritánico que al final está asaltando la metrópoli:
Me dicen que en la propia Inglaterra la gente se entrega a la herejía, jubila la memoria de Jonh Seymour; profeta mundial de la agricultura biológica; aparca sus libros y olvida sus métodos. Han entendido que son tantos y en tan poco sitio
que si vuelven a la granja mixta preindustrial echarán más horas que un reloj y acabarán comiéndose los mocos, a menos que dejen de labrar, restauren los suelos, diseñen e instalen comunidades vegetales complejas y maduras,
y consigan un encaje óptimo de la fauna, tanto silvestre como doméstica. El caso es que está ahí mismo y cada vez me apetece más dar una vuelta por allí a ver, en vivo y en directo, qué está pasando...
Y bueno, no puedo terminar este recorrido sin hablar del ámbito permacultural hispano y de sus peculiaridades: Aquí, y por reflexión también en ultramar, casi siempre ha habido más jefes que indios, y por lo tanto proliferan
cuentos, recetas más o menos mágicas, ocurrencias y gracietas que desvirtúan el asunto hasta el extremo. Tanto que cada vez más, para que no se me confunda, prefiero hablar de ecología técnica, tecnoecología
o ingeniería ecosistémica. En su origen, y en el mejor de sus futuros posibles, la permacultura es el ensamblaje del más amplio conjunto de técnicas y ciencias en la ecología, la teoría de sistemas generales y la metodología
del diseño...
J. Ramón Rosell