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El pánico a las invasiones biológicas tiene su raíz en lo sucedido durante la época de las grandes exploraciones, desde el siglo XV en adelante, con los ecosistemas insulares de los mares del sur: Las islas oceánicas son mundos biológicamente peculiares, hasta el punto en que unos pocos archipiélagos vecinos, o incluso a veces uno solo de ellos, puedan ser considerados como región biogeográfica aparte, al mismo rango que masas continentales enteras, si se les aplican los mismos criterios de clasificación. Los ecosistemas de estas islas se forman de la forma en que les es posible, a partir de especies colonizadoras cuya llegada se debe en amplio porcentaje al capricho del azar, y los procesos evolutivos mediante los que esas especies colonizadoras se dedican a rellenar nichos ecológicos son de lo más pintoresco y sorprendente: Es, por ejemplo, normal que un buen montón de especies distintas, que cubran nichos de lo más variado, provengan de una sola de ellas, que un día lejano acertó a llegar, y se los encontró todos vacíos. También que determinadas especies insulares hayan acabado ocupando un nicho radicalmente distinto del propio de sus antecesores continentales, que aquellas hayan experimentado un proceso de enanización respecto a éstas o que, por el contrario, al adaptarse evolutivamente se hayan gigantizado. También suele suceder, en islas hoy oceánicas pero con un remoto pasado continental, que sobrevivan especies, e incluso grupos taxonómicos enteros, que no pudieron soportar la competencia con organismos más evoluciona dos en las masas continentales... El caso es que el rasgo común a todos los ecosistemas insulares es su fragilidad respecto a los continentales, y que ésta se incrementa hasta limites extremos cuanto mayor sea su oceanidad... Persiste en el recuerdo colectivo la que hemos liado en las islas del sur, introduciendo en ellas bichos y plantas continentales, y es bueno que no lo olvidemos (¿Qué podemos pensar de lo sucedido en, por ejemplo, Australia, Nueva Zelanda o las Islas Mescareñas?). Pero también lo es que apliquemos criterios objetivos y racionales a todo este trajín y evitemos los calentones emocionales al respecto, ya que estos pueden dar lugar a comportamientos extremos y contraproducentes: Además de la paranoia autoctonista de la que hablamos, llama la atención la oleada de solidaridad que levantan los gatos, las cabras, conejos e incluso las ratas que introdujimos en su día en las islas oceánicas, cada vez que se habla de exterminarlos... Siendo esta, como es, la única intervención capaz de devolver a estos ecosistemas; en la medida de lo posible; su configuración original.

J. Ramón Rosell

Comentarios

28.10 | 23:39

Me ha encantado , ya hablaremos cuando tengas tiempo

06.09 | 00:08

matrix agroganadero, jajaja, toda la razóm. La natura siempre se organizó a si misma para todo lo que cayera al suelo se aprovechara.

01.08 | 10:49

Hola Carmen soy Antonia, quisiera me metas en el grupo de whatsapp con el 699769996 el frances lo he dado de baja.
Muchad Gracias.

12.10 | 07:31

Increíblemente interesante, voy a estudiarlo en detalle. Gracias.